Treinta años de trabajo para narrar 163 días de suplicio. El cronista oficial de Betanzos, José Raimundo Núñez-Varela y Lendoiro, presentó ayer su libro La ocupación de Betanzos y su tierra por los franceses en 1809. 163 días de suplicio en la voz del pueblo. Este exhaustivo estudio es el resultado de la infatigable labor de investigación del autor, que durante tres décadas buceó en los archivos de España, Francia e Inglaterra para narrar con pelos y señales el infierno que soportó la Ciudad de los Caballeros durante la Guerra de la Independencia.

Medio millar de páginas componen este libro, editado por el Concello brigantino con el patrocinio de Gadis. Numerosos testimonios de los vecinos, las tropas napoleónicas e inglesas permitirán al lector adentrarse por las callejuelas del Betanzos ocupado. Ayudarán a ponerse en la piel del pueblo los grabados adquiridos por Núñez-Varela en Londres y París, como la serie de la Guerra de Independencia de Clément Bellenguer.

La fotografía de portada, de José Verón, evoca el amanecer sombrío en que los franceses entraron en la Ciudad de los Caballeros. Esas "columnas marrón oscuro de la Infantería francesa entrando en Betanzos" de las que dejó constancia en su huida un soldado inglés.

Aunque el suplicio arrancó antes, con la entrada en la ciudad del Mandeo de las tropas británicas el 9 de enero de 1809 bajo el mando de sir John Moore. La visión que aporta el libro sobre la impresión que se llevaron los ingleses de Betanzos no es precisamente amable. "(...) por el aspecto ruinoso de muchas calles y casas parece estar cayendo rápidamente en un estado de completa decadencia", recoge el estudio de un pasaje de la obra de Alexander Gordon. Su estancia no contribuyó precisamente a mejorar la Ciudad de los Caballeros. El libro recoge con todo lujo de detalles los daños provocados por las tropas británicas. El incendio del edificio del Archivo, la voladura del Puente Nuevo y de Las Cascas en su huida de los franceses. Peor fue la ocupación de los galos. El cronista describe con precisión la entrada de la primera división, comandada por el general Jean Baptiste Franceschi, cómo los betanceiros abandonaron sus casas en busca de cobijo en las feligresías del entorno mientras el ejército napoleónico ocupaba el monasterio de Santo Domingo y San Francisco, el convento de las Angustinas Recoletas y el hospital de San Antonio. Los testimonios de los vecinos, los curas y los soldados y los oficios del Ayuntamiento permiten al autor reconstruir el terror de la población durante los días de ocupación. La entrada y saqueos de las viviendas y comercios en todos los barrios desde la Cruz Verde a los soportales, Fuente de Untia, la Puerta de la Villa y Cachiñas. También la destrucción de viñas y cultivos. El libro ofrece innumerables curiosidades, como la reconversión en caballeriza del Colegio de las Huérfanas o el entierro en el hospital de San Antonio de dos soldados franceses.

Dos capítulos merecen su especial atención. Se trata de la defensa del Ponte do Porco por guerrillas de las feligresías de la zona, con cerca de 700 "paisanos" "preparados para defenderse o morir" y con Juan Fernández de la Pradilla al mando. También la venganza que hizo a Napoleón volver la vista hacia Betanzos tras ser informado del degollamiento de 200 franceses en Cesuras por los vecinos. O el intento de liberar la ciudad entre el 17 y 19 de mayo de 1809.

El libro ofrece más que una detallada descripción de la ocupación, como incide la prologuista y cronista de A Coruña, María de la O Suárez, que invita a leer un estudio que permite al lector retroceder al Betanzos de principios del XIX.

Núñez-Varela y Lendoiro describe con detalle el levantamiento de los vecinos para frenar el avance de las tropas napoleónicas en Ponte do Porco, dispuestos a "defenderse o morir", según un testimonio de la época. Y también la venganza en Cesuras que el Emperador calificó de "horrible provocación": el degüello de doscientos soldados en manos de "paisanos capitaneados por sacerdotes o frailes". Un episodio que dio pie a una sangrienta represalia francesa, con el fusilamiento de numerosos betanceiros. Un grabado de Martinet ilustra las tropas acantonadas en Cesuras y Andrade Vidal recrea los fusilamientos en Betanzos.