La escritora Clara Usón es la tercera mujer en recibir el premio de la Crítica de la Asociación Española de Críticos Literarios en 55 años. "Va en nombre de las mujeres que lo merecieron y no lo han recibido", manifiesta la barcelonesa. La Hija del Este es la obra premiada que presentó este jueves en el MAC Gas Natural Fenosa, en la que se inspira en el suicidio de Ana Mladic, hija de uno de los grandes criminales serbios durante la Guerra de los Balcanes, el general Ratko Mladic.

-¿El suicidio de la hija de Mladic sirve de hilo conductor al conflicto de los Balcanes?

-Sirve para explicar la tragedia familiar de ese suicidio, en el que Ana Mladic descubre quién era de verdad su padre. Lo veía como un héroe y se quitó la vida al ver que su ídolo tenía pies de barrio y era un criminal. Comprendí que al mismo tiempo debía contar esa tragedia colectiva, el desmoronamiento de la antigua Yugoslavia y las guerras que siguieron. Está todo conectado, porque si Ana Mladic se suicidó es porque su padre era el general en jefe del ejército serbiobosnio. Si no hubiera habido esa guerra, ahora estaría cultivando su jardín como militar retirado, disfrutando de sus nietos. No sería capaz de imaginar lo que llegó a hacer. Por eso debía contar las dos historias a la vez.

-Se cruzan dos dramas: el interno que sufre Ana por su padre y el de todo un país.

-Están estrechamente relacionados, siendo la historia un híbrido entre realidad y ficción. Ana existió y su padre aún está siendo juzgado en La Haya. Yugoslavia parecía el paraíso socialista, donde se daba la convivencia de distintas señas y religiones bajo el lema de igualdad y unidad. La teníamos muy mitificada y fue una gran sorpresa ver cómo se empezaron a liar a tiros entre ellos.

-Tras el precedente de la Primera Guerra del Golfo, ¿podría decirse que fue la guerra más mediática en su momento?

-Es que fue una guerra televisada. Más que la del Golfo, porque allí estaba todo más mitificado por lo que vendían los americanos y nos quedaba mucho más lejos. Pero al ser europeo, hubo periodistas que prácticamente vivieron allá. Europa tuvo una actuación vergonzosa al pretender que era una guerra natural, y en vez de intentar terminar un conflicto en el que había unos con un ejército más poderoso que otros, trataron de ser neutrales. En vez de ser una guerra lo trataron como un terremoto. Hubo una gran labor periodística, lo que fuerza la idea de que el periodismo es necesario. Fueron ellos quienes llevaron a Europa y Occidente la conciencia de que lo que estaba ocurriendo allí era tremendo. Por otro lado, el señor Mladic era un hombre convencido de que era un héroe y tenía una misión. Por eso iba siempre acompañado por cámaras para poder mostrar lo que hacía. Hay matanzas filmadas, he visto ejecuciones espeluznantes en la pantalla de mi ordenador.

-¿Cómo ha sido el trabajo de investigación para esta novela?

-He estado en Bosnia, Serbia, Croacia?visité la casa de Ana Mladic -por fuera, por supuesto- y además de los más de cien libros y miles de artículos que he leído, he conocido a personas que vivieron esa guerra de primera mano. Uno tiene la responsabilidad de que, como están vivos, pueden detectar errores que haya en la novela.

-¿Qué decía esta gente?

-Pude estar con gente que había conocido a bastantes personajes como Mladic o Milosevic y que habían ido a la guerra. De todos esos países, en los que algunos ni eran nacionalistas. La prensa, como tiene poco espacio y debía transmitir la noticia de forma comprensible, tuvo que mitificar y enseñar quienes eran los buenos y los malos. La realidad es mucho más compleja. Yo me enteré entonces de los muchos serbios que se estuvieron manifestando diariamente contra la guerra. La idea de que eran una masa homogénea es falsa, era un país heterogéneo en la que guerra no iba para muchos de ellos.

-¿Este trabajo le fomentó un sentimiento de rechazo a los nacionalismos?

-Es un tema que me es ajeno pero me interesa. Todos los nacionalistas piensan que los nacionalistas son los otros, y por eso el nacionalista español siente que los nacionalistas son los vascos, gallegos y catalanes. Para mí, nacer en un sitio es un accidente. El nacionalismo da sensación de permanencia, de bien común, pero también puede llevar a la xenofobia.

-¿Existe complejo en el nacionalismo español al ver que pierde soberanía ante un ente supranacional?

-La evidencia es que el Estado español ya no es soberano, porque las decisiones no se toman aquí. Ese sistema se ha resquebrajado a favor de ese ente abstracto que es Bruselas, en el que hay un conjunto de intereses. A mí lo que me da miedo es que el nacionalismo es un sentimiento, y cuando hay políticos que no pueden controlar una situación que les domina, les interesa mucho convertir a los ciudadanos en un pueblo amenazado por ese enemigo que no es como nosotros. Es peligroso que haya políticos incompetentes y corruptos que alimenten conflictos internos para mantenerse en el poder.