El legado del ingeniero y célebre escritor madrileño Juan Benet fluye de nuevo a Galicia en el vigésimo aniversario de su fallecimiento. Su profesión lo llevó al paraíso de O Pindo para realizar allí su último trabajo, una presa de agua para contener la majestuosa caída del río Xallas sobre el Atlántico. La figura de Benet regresa con Rutas, una exposición sobre su vida, carrera ingeniera y labor literaria inaugurada ayer en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la Universidade da Coruña.

"Es el mayor maestro del esperpento" o "un escritor que nunca dejará de crecer". Calificativos con los que el novelista, poeta y cineasta Vicente Molina Foix recordaba a Benet durante la conferencia previa a la inauguración. El autor de El Abrecartas acudió a un acto de apertura que contó con el ingeniero y comisario de la muestra, Enrique Pérez-Galdós, y el hijo del homenajeado, Ramón Benet. El descendiente hizo un breve recorrido por la trayectoria profesional de su padre, un hombre "siempre preocupado por el bien común".

Su obsesión como ingeniero: un reparto equilibrado de los recursos hidráulicos. Así lo demostró con la proyección de una película compuesta por entrevistas realizadas al madrileño. Con el humor que le caracterizaba y un insuperable manejo de la ironía, Benet bromeaba con tono serio que, "de llegar a ser presidente del Gobierno algún día", utilizaría todo tipo de maniobras demagógicas para lograr perpetuarse en el poder, abandonar cualquier tipo de política cultural o servicios sociales, y construir una red de trasvases hidráulicos en todo el país.

Molina Foix decidió centrar la ponencia en su faceta literaria, la que lo llevó a ser considerado por muchos como la voz narrativa más influyente de la literatura española durante la segunda mitad del siglo XX. "Con él asistimos a la devolución del grand style a la narrativa del país", aseveró Foix, que tuvo en Benet a su principal mentor durante los albores de su carrera.

Un maestro, aunque no por ello una guía a seguir. Para el autor, Benet planteaba un "desafío radical", de ahí que deseche la viabilidad de una escuela benetiana. "No queríamos continuarlo, porque era imposible por su dificultad", reconoce el escritor, refiriéndose a una generación de seguidores en la que coinciden el propio Foix, Eduardo Mendoza o Javier Marías. Ellos fueron de los primeros en descubrir la notoria personalidad literaria que emergía en aquel ingeniero, que escribía "para matar el tiempo" después de trabajar.

"El arranque de Volveréis a Región me dejó estupefacto", recuerda Foix en alusión a la primera novela publicada por Benet. Así comenzó la admiración por un escritor "que nunca dejará de crecer", aupado por la propia revista Times al nivel del autor francés Marcel Proust o el estadounidense William Faulkner. "Es una figura moral fundamental y leerlo es una defensa del rigor", arguye Foix, a lo que añade que su narrativa manifiesta "el odio a la literatura barata, a la frívolo y a los libros hechos para vender".

De verbo fácil y opinión contundente, Benet no tuvo reparos en criticar a maestros como Dostoyevski, Borges, Pérez Galdós o Pío Baroja. "Es una figura insólita y anómala" para su generación, capaz de construir un nuevo molde para la narrativa española. "En todas las lenguas hay un escritor que altera la literatura anterior", apuntó Foix parafraseando a Mendoza. Son los elogios a un intelectual que se limitaba a matizar con ironía que "picar piedra en el Monte Ibérico, es mucho más duro que escribir".