"Supongo que han construido mucho, ¿destruyeron las galerías o tienen el buen gusto de conservarlas?". Eso dijo Pablo Picasso, ya mayor, sobre la ciudad de A Coruña, que le vio dar sus primeras pinceladas como artista. Con esas palabras recibe a sus lectores el folleto que, desde ayer, está en los mostradores de las oficinas de Turismo de la ciudad.

Son veinte puntos en un mapa de A Coruña, cada uno marcando un lugar significativo y un momento de la vida del niño que estaba llamado a crear grandes obras y que, para entonces, firmaba como P. Ruiz, con una línea por debajo, un poco más inclinada hacia que la que subrayaría, con el paso del tiempo, el apellido materno, que sería ya el resumen perfecto de su vida y de su interminable lista de nombres.

A pesar de que el periodo coruñés de Picasso es el menos conocido del artista, su biógrafo John Richardson, dice que el pintor lo llegó a tener en más estima que sus etapas azul y rosa, de hecho, algunas de las obras que el joven artista pintó en A Coruña le acompañaron durante toda su vida, saltando de un estudio a otro, siendo testigo de su evolución y trabajo.

Picasso llegó a la ciudad en 1891, tenía nueve años y, con él, se trasladaron sus dos hermanas, Conchita y Lola, y sus padres, María y José. Dejaron atrás Málaga porque al padre le concedieron una plaza de profesor en la Escuela Provincial de Bellas Artes. En 1895, la familia sufrió un revés, la pequeña Conchita murió tras sufrir la difteria y fue enterrada en el cementerio de San Amaro, uno de los veinte lugares que la guía para conocer los orígenes de Picasso recomienda visitar. Están también la vivienda familiar -hoy convertida en casa museo- en el número 14 de la calle Payo Gómez, el instituto Eusebio da Guarda, en el que el joven estudió Secundaria y Bellas Artes, la plaza de Pontevedra, donde jugaba con sus amigos y las playas de Riazor y del Orzán, donde conoció cómo era el cuerpo desnudo de las mujeres, ese que, después, descompondría en líneas que se cruzan y en formas geométricas.

En la calle Real, en febrero de 1895, tan solo unos días después de haber enterrado a Conchita, Picasso expone por primera vez, fue en el número 20 en lo que, entonces, era una tienda de muebles. La segunda exposición de su vida la hizo también en esta calle, posiblemente en el número 54. Allí mostró El hombre de la gorra.

En sus cuadernos y clases, Picasso inmortalizó varios lugares de la ciudad que le acogió: La Torre de Hércules, a la que bautizó como Torre de Caramelo, las olas del Orzán, sobre las que hizo un óleo en una tabla, el monte de Santa Margarita, que ahora cuenta con un molino similar al que dibujó, en un óleo, el año de su marcha de la ciudad, el pintor malagueño.

En lo que ahora es Juan Flórez estaba la casa del churrero, para entonces, la vía se llamaba Camino Nuevo y estaba en "los arrabales" de la ciudad y así consta en un cuaderno de Picasso.

Esa casa, como la plaza de toros, el circo y las viviendas de los pescadores de San Roque de Afuera ya no están en el mapa de la ciudad, paseos y otros edificios se los han llevado por delante, pero siguen vivos en la obra de Picasso.

Cuenta la guía de los veinte enclaves que, tras un paseo por los jardines de Méndez Núñez, al ver que el pequeño Pablo había terminado las patas de unas palomas con precisión, su padre, el profesor José Ruiz Blasco, que ya padecía de la vista, le cedió la paleta a su hijo.