El dúo Faemino y Cansado llega esta noche a "una ciudad conquistada", tras triunfar a su paso por el Rosalía y el Colón durante los últimos años. A las ocho y media de la tarde llegan a este último para presentar el espectáculo ¡Cómo en casa ni hablar!

-¿Todavía siguen resistiéndose a meter política o actualidad en sus funciones?

-Siempre intentamos que nuestro espectáculo sea trascendente, no en el sentido ampuloso del término, sino que sea siempre entendible sin hablar de actualidad. El humor con política se nutre de cosas como que Esperanza Aguirre no paga una multa, pero eso tiene valor solo durante quince o veinte días y después desaparece.

-¿Aunque ejemplos como el de Aguirre suenen tentadores?

-A lo mejor hacemos algún comentario cuando improvisamos. Llevamos muchos años, pero nos negamos en rotundo a hacerlo. No es nuestra línea.

-¿Ese consenso es la fórmula para seguir juntos tras más de treinta años?

-Es que ya no quedan parejas, estamos Los Morancos, que son hermanos, y nosotros, que somos amigos. La ventaja es que éramos amigos del barrio ya antes. Yo soy padre de familia y quizás más aburguesado, mientras que Carlos es más loco y bohemio. Él vive en la noche, excepto cuando estamos de bolo, que se levanta a horas más prudentes (risas).

-Así que son bastante auténticos en el escenario.

-Sí, en el argot del payaso sería el carablanca, el que narra las cosas. Carlos es el que acentúa y pone las gotas de locuras. Los papeles están repartidos, yo soy el verbal y Carlos es más gestual.

-¿Está más cómodo siendo el contrapunto más racional?

-La vez que decidimos cambiarnos los papeles no funcionó. Hay un motor que nos lleva por este camino (se ríe). Eso del tonto y el listo es muy abierto.

-Abrieron el camino a muchos con El orgullo del tercer mundo, pero este formato quedó barrido de la televisión. ¿Ya no tiene sitio?

-Es muy paradójico, porque el nivel del humor en España es estratosférico. Sigo mucho el humor, hasta en Bélgica, para que vea lo raro que soy. El humor aquí ya no tiene nada que envidiar, ni siquiera al anglosajón. Tenemos a gente muy válida, pero pese a ese nivel no hay programas de televisión. Hay el formato francés de Me resbala, pero es muy sencillo y primario. El nivel está en las salas y teatros. Hay una cosa de la tele: cuando hablan de un 25% de share no dejan de ser dos o tres millones de personas cuando somos casi cincuenta. La gente hace otras cosas, sobre todo la de treinta años para abajo.