La esencia genuina de Estopa llegará el próximo mes al Coliseum con la gira A solas. Un concierto con aroma a aquellas tardes en las que los hermanos Muñoz se arrancaban una rumba con sus guitarras en su barrio de Cornellá. "Inevitablemente, estar en el escenario así te lleva a recordar aquellos tiempos", reconoce con nostalgia Jose Muñoz, guitarrista y cantante de Estopa junto a su hermano David.

-¿Cómo suena Estopa en la gira A solas?

-Es totalmente diferente a todo lo que habíamos hecho. Venimos de hacer Esto es Estopa, con 23 músicos, para de pronto estar los dos en Estopa a solas. Vamos mi hermano y yo con nuestras dos guitarras y nuestras canciones, tal como sonaban antes de ser producidas, recordando lo que hacíamos antes de tener una discográfica. Nos gusta cómo funciona y, sobre todo, lo bien que lo pasábamos los dos en el escenario. Nos permite la libertad de poder improvisar y, si se falla, humaniza. Estos conciertos son lo más crudo que podemos hacer.

-¿Qué queda de su irrupción en 1999 con un Seat Panda?

-Quedan las personas, nunca nos hemos cansado de nosotros mismos. Nunca quisimos pegar un cambio de ritmo total, siempre lo hemos hecho poco a poco. Matiz a matiz. Nos hemos ido quitando prejuicios de la cabeza y abriendo nuestra mente. En el primer disco, cuando nos hablaban de efectos electrónicos, decíamos '¡aléjate de aquí!' (se ríe). Teníamos miedo a que se convirtiera en disco dance, ya me dirá? Con el tiempo nos dimos cuenta de que se podían utilizar esos ingredientes, que le dan una dimensión y una sonoridad a la canción que no podría darse en un formato acústico. Existe una evolución, pero el cambio quizás se ve al escuchar lo primero que hemos hecho con lo último. Hemos cambiado cana a cana.

-¿Consideraban arriesgado salir al mercado tocando rumba en ese momento?

-Nunca hemos hecho música pensando en qué dirían los demás, sino la que nos llenase a nosotros. Luego ya la gente la adoptaría si le gustase, pero nunca tuvimos temor por hacer alguna canción. No van destinadas a nadie. Hacemos el disco que nos gustaría comprar y que no existe, es una necesidad musical.

-Ese primer álbum contaba con doce canciones que funcionaron como doce singles. ¿Se esperaban aquel éxito?

-¡En absoluto! Al principio, nuestro objetivo era vender 2.000 copias, porque a partir de la 2.001 estábamos renovados con la discográfica. Cuando llegamos ahí ya nos relajamos, pero empezó a venderse cada vez más hasta llegar, a día de hoy, a 1.800.000 copias. Ni la discográfica se esperaba algo así.

-Aún así, contaban con el precedente de La maqueta. ¿Cómo pudo convertirse en un fenómeno tan viral cuando internet apenas estaba extendido?

-Recuerdo que venían amigos a casa y nos decían: 'oye, os he metido la maqueta en internet'. Nosotros le contestábamos que 'muy bien', porque nosotros no teníamos internet en ese momento. Pero es que no sabíamos la repercusión que estaba teniendo en la Red. Era una maqueta con cuarenta canciones, y eso nos ayudó a que la gente conociese más canciones de las doce que sacó la discográfica. Al principio criticamos que nos quitaran el cajón de canciones, pero también fue una forma de darnos a conocer. Al final fue algo positivo.

-Con Pastillas de Freno mostraron cómo se trabajaba en una fábrica. ¿Llevaron las clases populares a la escena musical?

-Si uno se pone a pensar en la vida en una fábrica, verá que consiste en estar pulsando un botón que pone automático durante todo el día, unas mil veces. No tiene mucha substancia, pero contado de manera más descriptiva llega a la gente. Explicando cómo huele y qué se siente, muchos que nunca trabajaron en una fábrica sabrán cómo funciona a través de la canción. Fue un pequeño resumen de un día de trabajo.

-También exponen el miedo a acabar despedido en cualquier momento y contar con una nómina pírrica.

-Cuando estuvimos trabajando allí nos pasábamos doce horas, aunque cuando entraron los sindicatos los horarios se redujeron a horas más humanas. No nos podíamos quejar demasiado del sueldo porque trabajando doce horas cobrábamos cerca de mil euros, que no estaba nada mal para la época, pero nuestra vida solo era dormir y trabajar. Sábados incluidos.

-¿Volvieron a encontrarse con ese jefe que les exigía "estopa" trabajando en la fábrica?

-De hecho es amigo nuestro. Era el superencargado quien nos pedía siempre estopa cuando trabajábamos. Pero somos muy amigos, nos ha ayudado muchas veces.

-¿Por qué han decidido retomar sus viajes por Latinoamérica con esta gira?

-A partir de septiembre lo tenemos reservado para viajes a América, con el concepto del Esto es Estopa, que es con toda la artillería. Hubo un tiempo que dejamos de viajar a América por saturación. No teníamos tiempo para componer. Ahora ya podemos mandar un poco sobre el timming de nuestras vidas y decidimos cuándo vamos. Ir por allí siempre es una aventura muy enriquecedora.