Enfrentados es el nuevo espectáculo que presenta en la ciudad Arturo Fernández y que estará representando hasta el domingo en el teatro Colón. Una obra alejada de los papeles clásicos de galán a los que nos tiene acostumbrados el asturiano. En esta ocasión, el actor da vida a un sacerdote que intentará enseñar a un joven y atrevido seminarista, David Boceta, cómo funciona la iglesia.

-A sus 85 años sigue encima del escenario, ¿cuándo cree que llegará el momento de bajarse?

-Se retiran los viejos, no los jóvenes. En la vida como en todo, te retira el público, sobre todo cuando dependes de él. Hay que tener la suficiente sensibilidad para saber cuándo ha llegado tu momento y ya no le interesa. Pero no es mi caso. Todo lo que soy, se lo debo al público por lo que le tengo un gran respeto, procuro que cada espectáculo que presento sea mejor que el anterior. Por eso mismo creo que mi momento no ha llegado. Todos aquellos que se acerquen a ver la obra van a pasar dos horas verdaderamente buenas. Mientras la gente siga riéndose conmigo, no pienso bajarme del escenario.

-Hace unos años, ¿se hubiese imaginado protagonizando este papel?

-No, nunca se me hubiese pasado por la cabeza. La última vez que estuve en A Coruña, estuve representando Los hombres no mienten, una comedia divertida y encantadora pero que no tiene nada que ver con el peso que tiene Enfrentados. Llega un momento que te apetece hacer algo diferente. No es un cambio ya que en el fondo sigue teniendo mucho de mí. Es un sacerdote que tiene un programa de televisión, una versión más amplia de lo que es un sacerdote auténtico de parroquia pero que se tiene que ajustar a las reglas de la iglesia.

-¿Qué le ha aportado este papel tan diferente a todos los anteriores?

-Una forma distinta de tomarme la interpretación. No es lo mismo interpretar la infidelidad en una pareja que en un sacerdote. Un sacerdote tiene unas formas, unas maneras mucho más diplomáticas que las que pueden tener el resto de personas; es más cauto, su forma de andar es distinta, hasta su movimiento de manos. He tenido que estudiar muy bien este personaje. Tengo la suerte de que estoy acompañado de un actor joven que me molesta mucho porque es muy guapo y le gusta mucho a las mujeres, pero que me ha ayudado mucho. En esta ocasión, creo que con Enfrentados llevo la mejor comedia que ha caído en mis manos en muchísimos años. Es una comedia muy respetuosa en cuanto a su contenido, la religión, tocando unos temas muy de actualidad, el matrimonio de los sacerdotes, el sacerdocio de las mujeres, la homosexualidad y la soledad que siente el sacerdote, la falta de ternura que no tienen. Un diálogo muy inteligente, con unas situaciones muy divertidas, pero al mismo tiempo con un peso de unas relaciones muy a flor de piel. La gente, con su silencio y sus carcajadas hace que piense que, probablemente, sea la mejor comedia que se pone encima de un escenario desde hace mucho tiempo.

-¿Cómo le sienta la sotana a un galán como usted?

-La verdad, es que nunca me imaginé que llegaría a vestir así aunque es un clériman, no llega a ser una sotana. Solamente la levantada del telón, donde se ve una iglesia auténtica, es verdaderamente sorprendente, con su púlpito y sus feligreses de público. Es un espectáculo dentro de un espectáculo que nunca me hubiese imaginado representar.

-¿Algún plan de futuro nuevo?

-Esta es la cuarta provincia a la que llevamos la obra. Luego estaremos en Vigo y finalmente en Madrid y, ahí, como en todo en la vida, se verá si se produce el éxito o no. Pero creo que tengo comedia para algún tiempo. Todavía no tengo ningún proyecto pero estoy convencido de que el próximo será una comedia llena de glamour, lujo, champán y caviar.

-¿Qué diría que es lo mejor y lo peor de esta profesión?

-Lo peor es cuando no aciertas con lo que has elegido. Lo mejor, sin duda, es la satisfacción del final de la función, escuchar los aplausos de la gente y ver sus sonrisas. Saber que durante dos horas has hecho feliz a la gente, es una sensación indescriptible.