The Pretty Things regresa a Galicia apenas dos años después de su última visita. El mítico grupo encabezado por Phil May y Dick Taylor actúa esta noche, a las 22.30 horas, en la sala Mardi Gras. Phil May es el único miembro que ha estado en todas las formaciones de The Pretty Things.

-¿Cómo será este concierto?

-Tocaremos canciones de los distintos periodos de la banda y temas del nuevo álbum. España será el primer lugar donde se podrán escuchar esas nuevas canciones. Habrá mucha psicodelia, rock&blues potente y bastante blues.

-La carrera de The Pretty Things abarca más de 50 años. ¿Dónde encuentran la motivación para seguir creando y encima de los escenarios?

-Es la música, el público, la constante inspiración que te proporciona ver gente joven, los nuevos sonidos y nuevos desafíos. Creo que siempre estamos viendo hacia adelante y puedo asegurar que la energía y el entusiasmo de la banda es tan intenso como hace 50 años. Supongo que es un tanto extraño, pero lo cierto es que si seguimos en esto ¡no es por el dinero!

-El mundo es muy distinto a aquel momento en el que comenzaron. ¿Cómo recuerda la Inglaterra en la que creció tras la II Guerra Mundial y la irrupción de la música popular como el rock?

-Como muchos de mis contemporáneos, crecí justo después de la guerra, un momento en el que no había nada en Inglaterra. No había dinero, no había comida, no había entretenimiento. Realmente nada. Pero también crecí en una zona cercana al río y a los muelles, un lugar al que nosotros llamábamos el Delta de Dartford. Muchas de las nuevas bandas de rock&blues, como los miembros de The Rolling Stones, teníamos la suerte de poder conseguir los discos que se publicaban en Estados Unidos gracias a los marineros de la marina mercante, que los traían de sus viajes por el extranjero. Todo lo que escuchamos llegaba de esa manera. Estoy hablando de Muddy Waters, Jimmy Reed, Bo Didley, al primer Elvis Presley, John Lee Hooker, Solomon Burke y otros cantantes de rock y soul. Eran nuestras mayores influencias. Tanto que el nombre de la banda lo escogimos por una canción de Bo Didley [You pretty thing]. Incluso conseguimos traer a Jimmy Reed al Reino Unido cuando nosotros tuvimos algo de éxito para que actuase en un programa llamado Ready, steady, go [algo así como 'Preparados, listos y ya']. Fue toda una bomba para nosotros.

-Dartford es uno de los lugares que describe Keith Richards en su autobiografía. ¿Fue allí donde se conocieron usted y Dick Taylor? ¿Conocían por aquel entonces a Keith Richards?

-Dick y yo vivíamos muy cerca el uno del otro y ambos íbamos a una escuela de artes en la que también estaba matriculado Keith Richards. Dick y yo nos encontrábamos con frecuencia en la estación y durante los trayectos. Cuando Dick comenzó a tocar con los primeros Rolling Stones yo a veces participaba en los ensayos y los shows cantando o tocando la armónica. En aquellos tiempos todo era bastante improvisado. Me llevaba muy bien con Brian Jones y Keith en un momento en el que estábamos justo en el inicio del boom del rock'n'blues. Éramos como una pequeña banda de barrio de creyentes. Y cuando Dick dejó los Stones para tocar la guitarra solista era bastante obvio que acabaríamos haciendo algo juntos. Lo hicimos... ¡y seguimos haciéndolo después de 51 años!

-Ustedes pronto viraron hacia la psicodelia. ¿Cómo se produjo esa evolución en su música?

-Pienso que nosotros siempre estábamos explorando fronteras y quizás no tan dedicados al rock'n'blues como lo estaban los Stones cuando empezaron. Nosotros no podíamos copiar fielmente las viejas versiones de artistas blues, como hicieron otras muchas bandas. Diría que teníamos un sonido mucho más agresivo, quizás un sonido garage justo desde el inicio de nuestra carrera. Siempre quisimos adaptar las canciones e ir hasta los límites, nunca tuvimos la intención de ser estrellas de la música popular que tenían otras bandas de aquel primer rock'n'blues. De hecho, a nosotros nos ofrecieron hacer una versión del Mr. Tambourine Man de Bob Dylan antes incluso que a The Byrds. Nos lo propusieron porque nuestro manager era el editor de Dylan en Reino Unido por aquel entonces. Estaba claro que aquello iba a ser un hit de éxito, pero The Pretty Things queríamos seguir nuestro propio camino. Teníamos un gran respeto por Bob, que era un amigo, y no queríamos hacer un revoltijo o lío con sus canciones, así que rechazamos la oferta. Supongo que fue una locura, pero creíamos que era lo que teníamos que hacer.

-Grabaron su mítico S.F.Sorrowen Abbey Road al mismo tiempo que en esos estudios estaban Pink Floyd, con Syd Barret aún al frente, grabando su Piper at gates of dawn y The Beatles, su S.F.SorrowPiper at gates of dawnSgt. Peeper's Lonely Hearts Club Band

-Todos nos dábamos cuenta de que algo especial estaba ocurriendo en aquel tiempo: había tal cantidad de música maravillosa que se estaba grabando y el contexto y momento que compartíamos era sencillamente y totalmente único. Las drogas, la música, el amor y la propia vida eran una gran influencia para todos nosotros y por primera vez teníamos completa libertad. Fue un periodo mágico para todas las artes: música, cine, literatura, artes plásticas... Además todos éramos amigos y nos subimos juntos a la onda: The Beatles, The Rolling Stones y muchos otros. Teníamos maravillosas salas de conciertos como Roundhouse o Middle Earth y en aquel 1967 había un verdadero sentimiento de celebración. En mi opinión aquel fue en realidad el último año de lo que fueron en puridad los años 60. Lo de Abbey Road fue un tiempo maravilloso y recuerdo que fui la primera persona que escuchó las mezclas finales del Sgt. Peeper's... de The Beatles. John Lennon se trajo un acetato del disco y un reproductor portátil a la cantina de Abbey Road justo cuando yo estaba allí tomando algo y fumando. Estaba ansioso y no podía esperar a ponerle el disco a alguien. Yo fui el elegido. ¡Increíble! (risas).

-Las nuevas tecnologías y formatos, como el MP3, han servido para facilitar el acceso a la música, pero también se ha convertido en algo banal, casi trivial.

-Desde un punto de vista artístico es cierto. Pero la música es como un virus, no pertenece a nadie. La música, como la verdad, pasa de una persona a otra, de generación a generación. Nosotros sólo la tocamos, no la poseemos ni somos sus dueños. Lo que nosotros hicimos fue intentar abrir una puerta y ver quién la cruzaba y seguía el camino. Las nuevas tecnologías no son una ayuda para la gente que tiene arte de verdad en sus almas y algo importante que transmitir. Es realmente difícil no perderse en la multitud hoy en día, ahora que cualquiera puede grabar un disco. Pero los mejores y los más importantes encontrarán el camino, incluso a pesar del MP3 y de formatos digitales tan faltos de corazón y de sentimiento. Espero que algunos jóvenes encuentren el carrete de una cinta y un viejo micrófono. En ese momento la historia comenzará de nuevo y mi trabajo estará hecho.