Mago Zonte tiene 24 años y acaba de ganar el tercer premio en la edición número 43 de la Convención Internacional de Magia de Cerca Ron MacMillan, que se celebró en Londres. Le adelantaron en la clasificación el alemán Viktor Renner y el sueco Jacob Schenstroom. Asegura que su familia le ha apoyado siempre en su proyecto de dedicarse a la magia.

-¿Es la primera vez que se presenta al concurso?

-A este sí porque, para poder participar, tienes que tener ya una rutina premiada en otros certámenes para poder concursar. Fue en Londres y había catorce plazas para todo el mundo, así que había magos de Hong Kong, de Rusia y dio la casualidad de que coincidimos varios españoles.

-¿Y cómo acceden a las plazas del concurso?

-Pues contactamos por correo electrónico y les explicamos nuestra trayectoria, los premios y la rutina. Entonces, ellos deciden si puedes o no ir.

-¿El concurso es ante el público o solo ante unos jueces?

-Fue en el teatro Mermaid de Londres y había más de 600 personas. Como es un certamen de magia de cerca, lo que se hizo fue poner una cámara en la mesa en la que hacíamos la magia y proyectar la imagen en una pantalla gigante para que todo el teatro se pudiese enterar bien de qué se estaba haciendo. Para puntuar, los jueces -que son todos magos con renombre- lo que hacen es evaluarte por diferentes cosas como la técnica o la presentación.

-¿Y el jurado se sorprende o ya sabe cómo se hacen los números que presentan los candidatos?

-Algunos impresionan más que otros y yo quiero pensar que hay algunos que hay cosas que no entienden. A veces no les engañas a ellos, pero tienes que conseguir que esté todo bien ejecutado para que, por lo menos, no sospechen nada.

-Engañar al público será fácil pero a sus compañeros de profesión...

-Sí, es más complicado. Al final, es magia para magos.

-¿Cómo es el número que presentó ante el jurado?

-Pues, dentro de los malabares hay una disciplina que se llama micromalabares, que se hace con pequeños objetos. En este caso, trato de hacer una torre con cuatro dados, poniendo unos encima de los otros solo con la ayuda del movimiento del cubilete. Este micromalabar lo combiné con magia, así que los dados van cambiando de color, de posición, aparecen, desaparecen... Es algo bastante novedoso porque aunque dentro de la magia sí que hay rutinas que usan este micromalabar de apilamiento de dados, no se han explotado todavía sus posibilidades. Estoy haciendo cosas que, hasta ahora, nadie hacía con dados.

-Esto no saldrá de un día para otro...

-No, se necesitan muchas horas de ensayo y, muchas veces, eso no se valora, por eso nos presentamos a concursos. Si ganas o rascas algo, por lo menos, te llevas el consuelo de que tu esfuerzo ha valido la pena.

-¿Y dónde pueden ver los aficionados a la magia estos números que hace?

-Normalmente, en Facebook subo los carteles y las actuaciones que voy teniendo. Un sitio en el que estoy habitualmente es en el Passepartout, en el Paseo de los Puentes.

-Tiene 24 años, ¿se dedica exclusivamente a la magia o tiene que combinar esta actividad con otro empleo?

-La magia da para vivir, pero no es lo de hace unos años. Ha decaído bastante pero vamos poquito a poco, esperando a que lleguen tiempo mejores.

-¿Cómo empezó a interesarse por el mundo de la magia?

-Coincidí con un amigo en un acto y se me metió el gusanillo de querer aprender. La verdad es que mi amigo no me explicó nada, porque entre magos tienen mucho secreto a la hora de contarle cosas a los que no saben, pero me dejó con la mosca detrás de la oreja, así que, cuando llegué a casa me puse a investigar por internet y a buscar libros para estudiarlos. A los tres o cuatro meses entré en la Sociedad Española de Ilusionismo, que está en A Coruña y, ahí, ya empecé a aprender de otros magos, a ir a charlas, conferencias y a meterme de cabeza en este mundo. Ahora preparo ya el próximo concurso, que será en Italia el año que viene y es más importante que este.