Un ordenador portátil esculpido en alabastro, ventiladores que crean rachas de viento huracanado o un vídeo sobre una carrera de motos en el Prado son algunas de las obras que el artista Eugenio Ampudia reúne en la muestra Una corriente de aire, que se puede visitar en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC).

-¿Sobre qué reflexiona esta exposición?

-En parte, sobre la función del museo. Se le puede pedir que funcione como contenedor de obras artísticas, y a veces, como en el caso del Guggenheim, se convierte en marca y objeto de atractivo turístico. Yo le pido que sea útil como punto para presentar ideas y difundirlas. No solo entre los visitantes, sino en todos aquellos con los que hablan estos y les transmiten los pensamientos que les generó la visita. Funcionar como aspersor.

-En la muestra hay vídeos de usted durmiendo en museos, bibliotecas...

-Muchas veces el museo crea lejanía, parece que las piezas están en un altar. Eso casi me asusta. Los museos deben ser espacios en los que se comuniquen ideas. Durmiendo allí lo convierto en un espacio íntimo, en un lugar en el que estar cómodo. Y la primera vez que lo hice, en el Prado, fue difícil conseguir los permisos, pero las últimas veces se ha convertido en algo colectivo. Esta noche dormiré en el MAC con unas treinta personas. Veinte ya se han inscrito y esperamos que se nos unan espontáneos.

-Trata también el tiempo y las cuestiones sociales.

-Una de las piezas está compuesta por 17 agujas de reloj que rotan a diferentes velocidades, y, cada dos minutos crean, fugazmente, la palabra tiempo. Me resultan muy interesantes, también, los futuros imaginarios. ¿Cómo pensaban que iba a ser el siglo XX en el XIX? ¿Cómo veían el futuro en los años 50? De manera diferente a como resultó; las previsiones nunca se cumplen. En otra obra, una imagen de un huracán se combina con un viento que impacta al espectador. Ahí la idea es llevar la emergencia a las cabezas de las personas. Porque, en una situación de crisis como la que vivimos, cada vez más a costa de los individuos y a favor de las corporaciones, todo está en estado de emergencia.

-¿Cuál es el papel del artista?

-Plantear las cosas de forma distinta a la del poder, ofrece una mirada diferente. Recuerdo a un artista que hacía poemas con las 50 palabras más buscadas por la CIA en la red, las que pueden hacer que te lean el correo. Los artistas están para poner en cuestión. Sobre todo cuando proliferan normativas como la ley mordaza.

-¿Más que simplemente ser el autor de un cuadro?

-Yo analizo lo que tengo alrededor desde una perspectiva plástica y política, tengo las ideas y las superviso, pero luego trabajo con un equipo de ocho personas, un ingeniero, operarios, un informático...

-¿El arte contemporáneo llega a la gente?

-Estoy seguro. Más que en otros tiempos, en los que el artista trabajaba para un mecenas. No estamos fuera de la sociedad y tenemos feedback. En ese sentido, mi arte no es monodireccional.