Natalie Dessay ha realizado una importante carrera internacional que comenzó como soprano ligera. Puesto que, con el transcurso del tiempo, las voces tienden a bajar, es natural que haya abandonado el repertorio más agudo y haya dejado de cantar ópera ya que, en la actualidad, a tenor de lo escuchado el pasado martes, las notas altas constituyen para ella un problema de colocación (con frecuencia, quedan "atrás" y suelen ser "calantes"). Como además no ha perdido del todo el carácter de soprano ligera, el volumen es más bien escaso. Es verdad que ejerce un loable control dinámico, pero este repertorio exige la utilización de mayores recursos vocales (en especial, colores diferentes) para conferir expresividad al canto ya que no pueden utilizarse recursos (incluidos, apoyos corporales) que son más propios de la ópera. Ello fue muy evidente en El rey de los alisos, de Schubert, que exige diferenciar tres voces. Y no fue el único caso de expresión monocorde. En general, esa fue la tónica de la primera parte del programa, dedicada al mundo del lied. En la segunda, la interpretación del repertorio francés fue superior; en especial, un Poulenc más expresivo. Extraordinario pianista, Cassard: siempre discreto como acompañante, dio muestras de una categoría artística de primer nivel en algunos pasajes a solo (introducciones de Extase, de Duparc, o Clair de lune, de Fauré). Antes de comenzar el programa, se interpretó un lied de Schubert, como homenaje a las víctimas del trágico accidente aéreo acaecido en suelo francés. Dessay correspondió al entusiasmo del público con dos bises. La importancia de llamarse Natalie.