Jorge Bosch (Madrid, 1967) ha participado en 36 películas y buena parte de las series españolas más conocidas, desde El Comisario a Hospital Central. Hoy llega al teatro Colón con la obra teatral El nombre. A las 20.30 horas.

-¿Cómo nace el conflicto en esta obra?

-La excusa para iniciarlo es la del nombre que le vamos a poner al hijo de mi personaje, durante una cena que organiza con su pareja (Kira Miró), su hermana (Amparo Larrañaga), su cuñado y mejor amigo (Antonio Molero) y un amigo de la infancia (César Camino). A partir de ahí hablamos sobre todo lo malo que le pasa al ser humano. Hablamos de política, de fascismo, de los progres, de los burgueses, de las envidias, los rencores familiares... Las penurias y la negritud del ser humano, y lo que tenemos guardado en las familias.

-Una buena cantidad de cosas.

-Lo que se habla en todas las familias... O mejor dicho, lo que no se habla pero que surge en las cenas de Navidad o en las bodas, cuando alguien se calienta con un par de copas de más y todo el mundo termina explayándose. Y en la obra, literalmente, a tortazos. Habla de las miserias humanas, de lo que tenemos guardado hasta que se abre la Caja de Pandora y explota todo.

-¿Se llega a perder la vertiente cómica?

-No, qué va. Es un in crescendo brutal. El público se lo pasa muy bien, pero nosotros también nos divertimos muchísimo. Llevamos un montón de funciones y nos seguimos riendo.

-¿No se ceba entonces en los aspectos más oscuros?

-Sí que lo hace un poco, pero dentro de la comedia. Es muy agradable porque nunca deja el humor de lado. Todo el mundo se caga en todo, acaba a tortas, pero siempre dentro de la comedia.

-¿Son personajes arquetípicos, muy marcados?

-Son muy característicos y reconocibles, pero no están muy exagerados. Pero todo el mundo tiene una madre o una hermana que habla mucho, un cuñado gracioso o conoce a alguien que es tímido pero luego explota por otro lado. La gente luego te espera a la salida y te dice 'tengo un cuñado igual que tú'.

-La obra se basa en un original francés. ¿Fue difícil realizar la adaptación?

-No se ha cambiado mucho porque las familias y los seres humanos son muy parecidos en todas las partes del mundo. La versión la hizo Jordi Galcerán e introdujo cambios para cuadrar cuatro cosas, pero se ha mantenido muy fiel al original. Se planteó la posibilidad de acortarla, pero el mismo Jordi decía 'es que es muy redonda, no puedo cortar nada'.

-Si los seres humanos son tan parecidos, ¿el rencor dentro de las familias es universal?

-Yo creo que sí. Si empiezas a rascar un poquito, ves que todas las familias son más o menos disfuncionales. Todos tenemos alguien del que dices, lo quiero mucho pero manda cojones cómo es, cuando este se bebe una copa, cuando hablamos de dinero... El ser humano es imperfecto, y conste que eso es lo bonito que tiene.

-¿Qué es lo más definitorio del personaje?

-Es un tocapelotas, pero muy divertido. Alguien a quien le gusta mucho jugar a la vida. Y alguien al que le gusta mucho reírse de la gente, pero menos que se rían de él. Eso es algo muy común de los graciosos. Antonio Molero también tiene un personaje algo tocapelotas, pero con el lenguaje: es profesor universitario. Kira Miró y Amparo Larrañaga hacen de contrapunto: una es una empresaria echada para adelante, la otra una mujer que parece sumisa pero en el fondo manda. Y César Camino está callado casi toda la obra, hasta soltar la bomba. Una familia bien avenida que al final no es tal.