Víctor Noir (A Coruña, 1980), mago e hipnotista, conduce Y... Tres! un espectáculo en el que sugestionará a voluntarios. Mañana en La Tuerka 27 a las 21.00 horas.

-¿Empezó primero con la magia o con la hipnosis?

-Con la magia. La practico desde los 14 años y profesionalmente desde 2008. Empecé a aprender hipnotismo dos o tres años más tarde, tras un curso impartido por un mago francés. Yo no me había creído nada de la hipnosis, en la vida. Pero fui y lo que vi me impactó muchísimo. Luego aprendí a hacerlo.

-¿Ha hecho más funciones?

-En fiestas privadas, pequeños bares? Este es el primero enfocado a un público de más de veinte personas. Y no haré ilusionismo este sábado: si metes la magia le quita credibilidad al hipnotismo.

-¿Con qué técnicas trabaja?

-Existen muchas inducciones, es decir, métodos para introducir a una persona en un estado hipnótico. Yo empleo la palabra porque no hace falta más. Busco que el voluntario se centre en una sola cosa, y, mediante lo que le digo, y cómo lo digo, provoco un proceso mental para que entre en estado hipnótico. En el espectáculo se realizan varias inducciones para que este estado sea más profundo. Cuanto más profundo, más fácil hacer cosas complicadas. Es muy fácil hacer que dejes rígido un brazo, pero que alucines o te imagines a la gente desnuda hay que trabajarlo más.

-¿Funciona siempre?

-No. En la función tienes cinco, diez minutos, para que la gente no se aburra, y quizás hay solo un diez o quince por ciento de gente que pueda entrar en ese estado. Por eso necesitas tener bastante gente que quiera salir.

-¿Por qué funciona con unos y no con otros?

-Entran en juego muchísimos factores. Todo el mundo es hipnotizable, pero hace falta tiempo, para unos más y para otros menos. Depende de lo nervioso que estés, de las ganas que tengas, del día que hayas tenido, si estás pensando en la hipoteca? Hay muchísimas cosas que hacen que la mente se disperse. Cuanto más relajada y sobre todo predispuesta a llegar al estado hipnótico esté la persona, mejor; tiene que querer llegar a él, pero sin tener una ansiedad por ello.

-¿En qué consiste el estado?

-La hipnosis no es dormirse. La mente consciente está concentrada y puedes hablar con una persona y que sea su subconsciente el que te responda. Realmente, una persona entra en ese estado hipnótico una media de siete veces al día: cuando estás viendo una película y estás totalmente absorto en ella, o cuando vas en coche y de repente llegas al sitio al que ibas y te falta un tramo que no sabes qué has hecho con él.

-¿Y la sugestión?

-Es la forma que tenemos los hipnotistas de aprovechar ese estado para conseguir un efecto. El hipnotista guía a la persona a ese estado y luego va modificando patrones de conducta, metiendo puntos de anclaje de los que tirar después para llegar a donde quiere. Al pegarle la mano a la cara a una persona, haces que ponga rígido tanto su brazo que, cuando quiere moverlo, no se ve capaz. Está imaginando algo que le impide moverlo.

-¿Hay muchos mitos acerca de las posibilidades del hipnotismo?

-Sí, en las películas te venden que el hipnotista tiene poder para hacerte dormir, obligarte a decir lo que él quiere? Y para nada. Una persona no puede ser hipnotizada si no quiere, tiene que prestarse a ello y dejarse. Y el hipnotista nunca puede obligar a nadie a hacer algo que no quiera, aunque esté en estado hipnótico.

-¿Y es posible dejar mensajes en el subconsciente?

-Es posible. Requiere un poco más de trabajo. Se hace en los tratamientos psicológicos para dejar de fumar o superar fobias. ¿En el espectáculo? Es complicado dejar una orden hipnótica más allá de los quince o veinte minutos.