En 1966, mucho antes de ser cantautor, un jovencísimo Amancio Prada, fue a vivir a Valladolid desde su Bierzo natal. Fue un cambio de paisaje y de gentes, y su añoranza vio un reflejo en la morriña de los poemas de Rosalía de Castro. Desde entonces, nunca ha dejado a la poetisa gallega. "Entré siendo adolescente en su poesía" dice ahora, con los 66 años cumplidos y sin jubilarse de la canción. "Y cantarla era muy fácil para mí: ella decía lo que sentía. Y así ha sido desde entonces".

Rosalía de Castro estaba presente con dos canciones en su primer álbum, y titulaba el segundo, del que se cumplen este año cuatro décadas y que conmemora con un concierto en el teatro Colón este viernes a las 20.30 horas. Pero no es que haya vuelto a ella tras una larga separación. "No es que le cante cuarenta años después, es que nunca he dejado de cantarla". Así, a lo largo de su trayectoria ha tratado, en la medida de sus posibilidades, de abarcar todas las facetas de la autora gallega. Desde la poesía "más íntima" a sus canciones más alegres, "de romería y fiesta", hasta abundar a los poemas de su último libro, En las orillas del Sar, que para Prada es quizás "el más universal" y enlaza con un sentir compartido con Heidegger y otros. "La poesía de Rosalía es de amplio espectro, como algunos medicamentos de ahora", argumenta el guitarrista y cantante "otra cosa es que la gente se fije en determinados poemas".

Amancio Prada solo tendrá una cita con el público gallego por los cuarenta años de la publicación de su segundo disco, pero no considera que la recepción ni el planteamiento sean distintos en la comunidad de que en otros sitios. Así, no encuentra diferencias entre los oyentes "de A Coruña, Cádiz, Múnich o Buenos Aires. No me preocupan las particularidades del público" considera un artista que defiende que "la canción es como el sol" e ilumina independientemente de las fronteras.

Tampoco le gustan a Amancio Prada las insignias, ni ser emblema de una causa. "Nunca me han gustado las banderas", dice, y defiende que nunca ha escrito canciones con cariz político, como sí hizo Paco Ibáñez. "Si una de mis canciones puede ayudar a algo, perfecto, pero yo no escribo con eso en mente. Yo hago canciones como un manzano hace manzanas". Así, el cantautor, que se siente más cómodo al hablar en español que en gallego ("Cuando hablo, al cantar es diferente", señala) ha promocionado la lengua gallega en el Bierzo, pero no ha querido convertirse en adalid del nacionalismo gallego ni del contrario.

Con el tiempo, han cambiado algo su forma de componer, y cada vez tiende más a dejar evolucionar los temas en sus actuaciones y solo después fijarlas en un álbum. "Al principio hacía las canciones y las grababa recién salidas del horno, pero no lo recomiendo. Mas, aunque realmente la canción nunca se acaba de cantar, sí que tiene que haber una foto fija de algo que está en continuo movimiento". ¿Para qué? "Es una forma de poder desprenderse de la obra y hacer otra. En el caso de una canción, la aspiración ideal es que no siga presa de la garganta y las manos que la hicieron, sino que vuele lejos". Así fue como se hizo el cancionero popular, y ese "anonimato" es la mejor forma de inmortalidad para un hombre que responde con un rotundo "sí" cuando se le pregunta si querría que su obra sobreviviera al recuerdo de su nombre.

Y, pasada la edad de jubilación, admite que no se plantea dejar de cantar. Su vida sigue siendo ajetreada: "Voy del atril a la guitarra, de la guitarra al ordenador, de este al libro. Un libro es siempre el mejor compañero, estudiar es lo que más me gusta, pero, al estar siempre dale que te pego.? He leído bastante, pero más tendría que leer". Y, tras más de veinte galardones y cantar en gran número de festivales internacionales, el sábado se subirá al escenario para cantar a Rosalía pidiéndole solo al público "atención y curiosidad". A sí mismo, eso sí, se "exige" merecerlas.