El cantante Rafa Garcel recupera hoy en el espectáculo De Molina a Garcel canciones del famoso coplero Antonio Molina, en un espectáculo en el que intervendrá el hijo del músico fallecido, Miguel. En el teatro Colón a las 20.30 horas.

-¿Cuándo escuchó por primera vez a Molina?

-Con nueve o diez añitos. A mi abuelo materno le encantaba Molina y se dormía todas las noches escuchando cintas suyas. Ese recuerdo me hizo seguir esta música.

-¿Se le sigue recordando en Málaga, su provincia natal?

-Se le tiene muchísimo cariño y tiene bastantes seguidores que le recuerdan y le hacen homenajes. Fue un mito y seguirán recordándolo para toda la historia.

-¿Intenta reproducir exactamente su voz y manierismos?

-La verdad es que no. Es un espectáculo de homenaje, pero no queríamos hacer el típico musical donde el artista se viste igual que Antonio Molina, gesticula igual que él? Sí que en la forma de cantar tenemos una similitud, y bastante parecido en el falsete, que era lo espectacular que tenía. Intento llevar las canciones a mi terreno, los arreglos son más actuales, pero si haces un homenaje con Antonio Molina sin el falsete típico que lo hacía único y espectacular no podría haber homenaje. Pero sí que me gusta darle mi toque personal.

-¿No cambió de estilo?

-No sé cantar de otra forma. Tuve la escuela de Antonio Molina porque lo he escuchado muchísimo. Soy de Málaga, tengo ese toque, siempre he cantado sus canciones, aunque luego hacía otros temas. No he tenido que adaptarme.

-¿Y ha costado acostumbrarse a prolongar la última nota, como hacía Antonio Molina?

-Molina siempre lo daba todo, nunca se guardaba nada, y siempre apuraba hasta el límite el falsete. Era un don que le dio Dios. Yo me he tenido que preparar: respiraciones de diafragma, clases de canto para colocar la voz y no hacerte daño? Al público le gusta recordar sus canciones más populares, y esas eran es donde más recursos sacaba y más falsete hacía.

-Se relacionó el esforzar la voz con la fibrosis que lo mató.

-Sí, su médico particular ya le advertía, y su mujer le decía que no aguantara tanto. Ese abuso y ese llevar hasta el límite llevó a que poco a poco sus pulmones se fueran deshinchando, como un globo. Pero, como me contaba su viuda, él no sabía hasta dónde tenía que llegar. Una vez que estaba encima del escenario se transportaba y lo hacía por inercia. Y eso fue lo que le causó su fallecimiento.

-Y antes de morir, tuvo que dejar de cantar. ¿Es duro bajar del escenario?

-La verdad es que sí. Cuando el público te quiere y adora de esa forma? En varias ocasiones Molina tuvo que retirarse durante un tiempo y siempre tenía la necesidad de entrar otra vez en los escenarios. La última cambió su actitud. Era una persona muy alegre, muy desenfadada, y dejar de actuar le hizo perder esa alegría. Ese cariño del público, ese aplauso, es como una droga que es lo más sano que hay. Recibir ese cariño cuando todo el esfuerzo que uno hace día tras día lo plasmamos en un día, en un escenario.

-El espectáculo de hoy no se compone solo de canciones.

-Hemos hecho que no sea un espectáculo monótono. Que sea un concierto no llevado hasta el extremo de la obra de teatro. Mientras canto, estoy apoyado por con proyecciones de imágenes de Antonio Molina, de alguna actuación... Miguel Molina va narrando alguna historia de su padre y van apareciendo, por ejemplo imágenes de su noviazgo. Es una cosa muy dinámica para que el público en todo momento esté pendiente del espectáculo. Tiene mucha diversidad y el público sale entusiasmado.