María José Rielo ha formado parte, como fagotista, de diversas orquestas jóvenes y de la alemana Bamberger Symphoniker, además de tocar con la Münchener Kammeorchester, y la Sächsische Staatskapelle de Dresde. Hoy vuelve para tocar como solista el Concierto en Si Bemol Mayor de Mozart, junto con la orquesta Gaos, que completará el programa con dos obras del austríaco y de Brahms. En el teatro Colón a las 20.30 horas.

-¿Por qué eligió el fagot?

-Me la preguntan siempre. Fue de casualidad. Cuando tenía diez años, vinieron a mi colegio para hacer propaganda del conservatorio de Lalín. Yo quería tocar el clarinete, pero una compañera me dijo: 'coge el fagot, que es un instrumento muy chulo'. Yo no tenía ni idea de qué era. Y dejé el clarinete, creo que solo fui a una clase.

-Siendo de Lalín, ¿cree que es importante que haya conservatorios en villas como la suya, para dar formación musical fuera de las grandes ciudades?

-Yo soy de una de las parroquias de Lalín, de Bermés. Y creo que sí, creo que es importante. La música es importante para vivir, ¿no? Te forma como persona.

-¿En qué sentido la ha formado a usted?

-Me ha aportado muchas experiencias personales increíbles. El conocer a muchísima gente, que te desarrolla como persona. El viajar muchísimo, que te forma. Maduras, tienes la responsabilidad de hacer bien tu papel, pero sobre todo son experiencias personales. He estado en China, en Japón, en Londres, en toda Europa con orquestas y eso son experiencias que no se olvidan. Esto te hace crecer, madurar. Nunca cambiaría mi carrera (ríe).

-Ahora está asentada en Alemania. ¿Encontró allí más oportunidades profesionales?

-Estoy en Múnich básicamente por mi profesor, Dag Jensen, uno de los mejores fagotistas del mundo. Y está claro que Alemania tiene las mejores orquestas del mundo, tiene mucha tradición. Aquí la música está muy bien valorada y hay muchísimas oportunidades, porque hay una cultura en la que la gente acude a la música clásica.

-¿Más que en España?

-Aquí se consume más, sin duda. Así que hay más oportunidades, porque al haber demanda, hay oferta. Y también hay academias que dan una oportunidad a estudiantes de formar parte de una orquesta sinfónica colaborando con ellos como si fuese un miembro activo, lo que se llama academista. No somos miembros fijos, pero tenemos la oportunidad durante dos años de poder tocar con ellos. Serían como unas prácticas pero nos aportan y forman muchísimo, ya de cara al mundo laboral.

-¿Por la experiencia de tocar en vivo con una orquesta?

-Exacto, exacto. Es una experiencia increíble. Y te forma, te encamina al mundo laboral. Ahora voy a empezar a trabajar como fagot solista y ya tengo la experiencia que he obtenido en Alemania.

-¿Aún le quedan cosas por aprender?

-Siempre, siempre. Un músico que te diga que es el mejor y no tiene nada que aprender está mintiendo. Es un estudio constante, tenemos que hacerlo hasta que nos jubilemos o estemos muertos.

-¿Cómo eligió la pieza para el recital de hoy?

-Me preguntaron qué quería tocar, y hablando con el gerente de Gaos descubrimos que a ambos nos gusta mucho Mozart. Hace una música que aparenta ser fácil, pero a la hora de pensar, la articulación, el carácter, los colores... Es un genio: juega, hace lo que quiere con la música. Me siento un poco identificada porque a mí también me gusta la energía, la frescura, y el transmitir alegría. El concierto es increíble por su frescura y su carácter: melancólico, pero con esperanza y un tercer movimiento para bailar. El tío tenía que ser muy simpático, porque juega mucho con la música. Y eso es lo que voy a intentar hacer, divertir al público (ríe).