Víctor Manuel ofrecerá hoy a las 22.30 horas en María Pita el concierto inaugural de las fiestas de verano, con su pareja Ana Belén.

-En su último disco versionan temas portugueses. ¿Se animará a cantar en gallego?

-Es difícil porque estás haciéndolo a diario en otro idioma. Pero grabé canciones hace tiempo en gallego y encantado, y voy a hacerlo con Emilio Rúa.

-Cuando empezó en la música, planeaba volver a Asturias a abrir una cafetería. Y pasaron cincuenta años.

-Cuando empecé pensaba que esto no era ni una profesión siquiera? Y te vas dando cuenta de que para ser un profesional tienes que meterte hasta más arriba de la cabeza. Esa idea tan pequeñita que yo tenía de volver al pueblo fardando con un haiga se me pasó pronto.

-¿La música es lo mejor que sabe hacer?

-Sí. He tratado de hacer otra cosa, pero fue un desastre siempre. Ni siquiera me gusta producir discos, me es muy aburrido. Cuando he incursionado en el cine ha sido económicamente un desastre. La música es lo más directo, lo más democrático que hay. En cualquier otra profesión, quizás escribiendo no, hay algo en medio que te coarta.

-¿Que le faltó por hacer?

-Estudiar mucha más música, y tener la misma intuición que tengo para componer. Es lo que he echado de menos toda mi vida. Me da mucha envidia mi hijo, que sabe un huevo, muchísimo más que yo.

-¿Prefiere tener frescura o tener oficio?

-Los dos son más importantes. Al principio solo puedes tener frescura y las cosas surgen muy espontáneas. Con el paso del tiempo, ya sabes que no se te escapan las canciones, la empiezas y sabes que la vas a acabar con toda seguridad. Un poco mejor o un poco peor.

-¿Qué le dio la experiencia?

-Tranquilidad. Cuando empecé era como un cervatillo asustado, nervioso, que iba como pollo sin cabeza por la vida de acelerado. Luego te vas remansando.

-¿También en lo político?

-Estoy viendo en perspectiva mi vida por unas memorias, y sí que he tocado mucho los huevos. Pero lo daba también el tiempo en que vivíamos. Podías meterte en muchos jardines porque en los medios había unos cómplices al otro lado. Y eso ha dejado de existir ya hace muchos años. El otro día salía un reportaje sobre hasta qué punto se habían reblandecido los nuevos cantautores. Pero si se metiesen en una pelea frontal con el poder no tendrían ninguna posibilidad de que les radiasen una canción.

-Se está revisionando la Transición. ¿Qué piensa?

-La viví con muchísimo dramatismo, militaba en la izquierda y me metía en todos los charcos. Cuando ahora dicen paternalmente que se hizo mal ya me gustaría ver a la gente de ahora en aquel entonces y a ver cómo salían de ese embrollo.

-¿Qué echa de menos?

-La juventud. Todo lo demás estaba mucho peor. Seguramente hice alguna canción buena en esos años primeros, pero después he hecho muchas más canciones buenas.

-¿Qué busca al versionar?

-Es diferente hacer versiones del portugués, el italiano o el inglés. El italiano es el más endemoniado. Es más sintético y con menos palabras dicen más cosas. Si hubiese traducido literalmente El hombre del piano del inglés, no hubiese tenido ni remotamente el éxito que ha tenido. Trato de captar la idea fuerte que tenga la canción. Seguramente la que más lata me ha dado ha sido el Hallelujah de Leonard Cohen.

-¿En los temas propios, hay historias suyas o ajenas?

-Casi siempre mías o muy cercanas. La vida que uno tiene alrededor se mete en las canciones. Cuando estoy hablando de la violencia de género no es que haya sufrido eso, pero me pongo en la piel de quien sí.

-¿Le enseñaron más los triunfos o los fracasos?

-No hay éxito sin fracaso. Hasta que no te viene el batacazo no te das cuenta de la medida del éxito. Y la vida del artista casi siempre es así. Me han enseñado tanto los fracasos como los éxitos.

-¿Y qué le ha impulsado a levantarse tras cada bache?

-Pues supongo que vengo de una generación que tenemos algo de insumergibles. Soy consciente de que solo estoy en el escenario por las canciones que he escrito.

-¿Le queda la tenacidad del humilde, de su abuelo minero?

-Sí, sí. Todo lo que he hecho ha sido con muchísimo esfuerzo. No me han regalado nada, ni he tenido familia que se dedicase a esto. Me parece milagroso que haya podido llegar hasta los 68 años viviendo de una profesión tan frágil. Si miras a los lados y hacia atrás está todo lleno de cadáveres.