A sus 73 años, el italiano Leo Nucci es uno de los barítonos más reconocidos del mundo, en especial para papeles de obras de Verdi. A las 20.30 horas interpreta en el Rosalía de Castro un repertorio de arias de ópera y canciones.

-Si aún le queda algo por mejorar, ¿sería en el apartado puramente vocal o en el dramático?

-Seguro que en la interpretación. Después de que cantase El Barbero de Sevilla, en La Scala [teatro de ópera de Milán] un crítico dijo que tengo: 'La voz como la de un hombre de la mitad de sus años'. Soy un hombre creyente, puede que lo de la voz sea un milagro (ríe). No, naturalmente, estoy estudiando continuamente. No se trata de estudiar por estudiar, vocalizar por vocalizar. Hay que comprender hasta dónde puede llegar la voz. Hay que buscar el límite, como lo hace un atleta, y cuando llegas a él comprendes que no puedes hacer ciertas cosas, que algún repertorio no lo puedes cantar, y empiezas a buscar la manera de mejorar la voz. Tras este camino, empieza el estudio para mejorar la interpretación, la profundidad de la música. Buscar qué significa la música, qué quiere explicar el compositor clásico que escribe ópera, ¡o el que escribe boleros! Esta vez voy a cantar un repertorio de bel canto, que es la verdadera escuela para la voz. Tocar es un continuo buscar algo nuevo, más profundo.

-De los personajes operísticos, ¿prefiere el héroe mitológico o el hombre común del verismo?

-No me gusta mucho el verismo, la verdad. No lo canto mucho, canto normalmente a Verdi, que es un realismo.

-¿En qué reside la diferencia?

-Hay una gran diferencia, porque Verdi, y el bel canto, buscan el interior del alma humana. El verismo explica la parte exterior. No lo canto mucho, en los últimos diez años lo habré cantado dos veces. No me interesa porque es una cosa teatral, puede provocar emociones en el público, puede ser interesante, pero es una exterioridad. A mí me interesa la interioridad del alma y del canto. Cuando veo ópera verista con gente que abre los sonidos, las vocales, que van buscando solamente un efecto... Eso es una exterioridad.

-Las tradiciones de ópera alemana e italiana, ¿expresan un espíritu diferente?

-Muchas veces es una concepción diferente, pero depende. Por compositor alemán se entiende a veces solo a Wagner, pero también están Mozart, Schumann, Schubert, y son muy diferentes. Wagner es teatro musical, magnífico, enorme, pero a mí me interesa la vida de los hombres. Pienso, y esto no tiene por qué ser verdad, que un artista tiene que seguir su instinto, su naturaleza, su pensamiento ante la vida. El bel canto italiano tiene mucho manierismo, momentos que son aburridos. En este concierto voy a tratar algunas arias del bel canto, pero cortando la parte manierística. Me interesa saber, cómo es que un hombre como el Dogo Foscari dice, en un cierto momento: "O vecchio padre misero, / a che ti giova trono, / se dar non puoi, né chiedere / giustizia, né perdono", [fragmento de I due Foscari, una ópera de Verdi, que se traduce "¡Oh, mísero y anciano padre! / ¿De qué te sirve el trono / y todo su oropel, / si no puedes hacer justicia ni perdón?"]. A mí me interesa eso, ese es el Grial. Y me interesa muchísimo ver las películas de Indiana Jones.

-¿Ha conseguido hallarlo?

-No lo sé. Buscarlo sí, lo intenté. Conseguirlo, no lo sé. Pero soy joven, eh, tengo tiempo (ríe). Soy un abuelo, pero no un hombre de mayor, pedaleo con la bicicleta muy bien.

-Su padre trabajaba en la mina. ¿Cómo llegó usted a la ópera?

-En mi casa todos hacíamos canto y música, también mi padre, que murió con silicosis. Empecé en la música con nueve años, en la banda de mi pueblo. Nunca busqué hacer una carrera, esa es la verdad. Yo canté, con un amor? Cuando empecé a cantar Rigoletto ya conocía la obra muy bien, no tenía necesidad de estudiarla. Vengo de un lugar de Italia donde la música operística es parte de la vida, nací en una calle que debía su nombre al jefe de Rossini. Para mí es una cosa normal. Escucho música clásica, sinfónica, no me interesa el periodo de los Beatles, no sabría decir una canción de? Bueno, sí, Yesterday. Pero a mí me interesa la ópera, la música clásica, es mi mundo, me divierte muchísimo.

-¿Nunca lo pasa mal?

-No, en el momento nunca. Cuando respiro y empiezo a subir al escenario es un momento mágico, es una locura.

-¿Se sigue viviendo la ópera en su tierra de forma popular?

-Se vivía, pero ahora no. En Italia se está perdiendo la cultura de la ópera, y es algo que lamento muchísimo. Mi abuelo se llamaba Cleto, su madre Eleonora, uno de sus hermanos, Carlo, otro Alfredo. Todos nombres de obras de Verdi. Y era una cosa normal. Ahora eso se está perdiendo.

-En España, a veces se ve la ópera como algo elitista.

-Eso es una forma de ver la ópera, y lo lamento muchísimo, porque no es así. La ópera está volviendo a ser como era al comienzo de su historia, elitista. Pero la ópera, especialmente la italiana, es un acontecimiento popular, Verdi no es para la elite, sino contra la elite. Verdi, Donizetti, son contra la elite. La música ha de ser patrimonio universal de todos. Dicho esto, yo canto muchísimo en España, y los teatros están siempre llenos, y hay muchísimo joven.

-Pero las producciones que se hacen son muy caras.

-Demasiado. Buscando algo nuevo para interesar, no al público, sino a los intelectuales, a la crítica, se buscan locuras inútiles que no tienen nada que ver con la música y la intención del compositor. El público que ama la música clásica, que ama la ópera, va a escuchar la ópera, no a ver el montaje del escenario. El problema de la ópera es que hay que hacerla con un coro, una orquesta, mucha gente, y gastamos un millón de euros con el montaje del escenario. No, con los problemas que tenemos es una estupidez, una locura completa.