El ruso Dima Slobodeniouk dirige la Sinfónica desde 2013. La temporada 2015-2016 empieza con la Sinfonía nº3 de Gustav Mahler, hoy a las 20.30 y mañana a las 20.00 horas en el Palacio de la Ópera.

-Empieza y cierra la temporada con obras de Gustav Mahler.

-Es una apuesta personal, y también es por la orquesta, una etapa importante en su plan de desarrollo. En la anterior temporada hicimos mucho repertorio básico, creando el material para construir las piezas grandes, como Mahler. Esto se combina con la tradición que tiene esta orquesta, que ha tocado mucho a Mahler.

-¿Qué busca añadir?

-Llevar a los músicos de la orquesta a tomar responsabilidades musicales. Lo más importante en esta música es la estructura y que haya un pensamiento musical continuo, de forma que se construya una casa que sea capaz de mantenerse en pie. Incluso con viento fuerte (ríe).

-¿La orquesta debe reproducir el pensamiento del director o la partitura?

-Ambas nacen del mismo punto. Quiero que hagan música lo más cerca posible de lo que Mahler escribió. En la partitura hay, no sé, 230 páginas, y no necesitas cambiar nada para que funcione. La parte difícil es que los músicos no siempre saben el contexto. Tienen su propia partitura, pero tienen que ser capaces de situar su parte en el contexto de lo que pasa alrededor. Estamos trabajando en hacer un material transparente y claro para la gente, para que entiendan dónde están, y cómo presentar su parte para que el conjunto sea lógico y orgánico.

-¿Cómo se crea ese contexto?

-Ya está en la partitura. Tocas lo que está escrito. Además, tienes que inspirar a la gente para que se sitúe un poco por encima del suelo. Por ejemplo, en el último movimiento de Mahler, el sexto, tienen que tocar de una forma muy especial para crear la atmósfera que quiero. Es muy humano, muy íntimo. Hay que hacer que la orquesta suene como si estuviera susurrando. Tocar las notas es difícil, pero no es suficiente: tenemos que tocarlas e introducir en ellas una carga emocional. El primer movimiento es abstracto: sobre la naturaleza, animales, ángeles? Estas cosas no hay que verbalizaras en demasía. No le hablo de ello a la orquesta a propósito. Estrecha el asunto: empezarán a imaginar algo en concreto, y eso no abre tu mente. ¡Pero la fantasía! Eso sí que la abre.

-En esta temporada hay un concierto dedicado a Sibelius, que también tuvo presencia en la pasada. ¿Tiene influencia de los autores finlandeses, como él?

-Mucha. Era muy joven cuando fui a Finlandia, tenía 16 años, y absorbí como una esponja. En mi personalidad musical hay dos culturas que constantemente se mezclan. Crecí en una cultura muy eslava, con muchas emociones, más rápida e impulsiva, y me convertí en un adulto en una que es más? calmada. Calmada, pero cálida. Porque en Escandinavia, y Finlandia, la gente no es fría, simplemente más tranquila. Quizás tenga que ver con la naturaleza, los procesos son más lentos. Cuando me pregunta, ruso o finlandés, no sé, es ambos.

-La temporada incluye música moderna: Benet Casablancas y Jonathan Harvey. ¿Es bueno introducirla en el programa?

-Muy bueno. Crecí con tradiciones muy clásicas y aprendí música moderna en Finlandia. Para la orquesta, es muy importante tocar música moderna, y darle una oportunidad: creo en el filtro de la historia. Y la pieza que incluyo de Harvey es muy especial. Siento que es una obra maestra. Tengo una sensación similar con respecto a compositores modernos de Galicia.

-¿Es más cómodo quedarse siempre en los clásicos?

-Sí, puede serlo. Si no tomas riesgos, sigues la tradición de otro, abres su Spotify y simplemente lo copias. Pero ¡a quién le interesa eso! Es aburrido para la orquesta, es aburrido para la audiencia, y es aburrido para mí mismo.

-¿En qué destacan los instrumentistas gallegos?

-Hay una tradición de viento-metal muy fuerte, es un ejemplo para cualquier país, y trae a grandes músicos para la orquesta.

-¿Le sorprendió?

-Sí. Me quedé sorprendido de muchas cosas, y sigo sorprendiéndome (ríe).

-Hoy dirige, además de la orquesta, al coro de la Sinfónica.

-Es siempre un gran placer, pero siempre es difícil, porque no he estudiado eso específicamente como director de coros, pero he trabajado bastante con coros tanto en ópera como en repertorio sinfónico.

-Su familia está toda relacionada con la música. ¿Eso lo encarriló a ser director?

-Sí, desde los cinco años. Mi padre, mi abuela, mi abuelo, eran músicos de orquesta. Mi madre es pianista, como mi tía abuela. No había forma de escapar (ríe).

-¿Qué quiere conseguir esta temporada y la siguiente, que será la 25º de la Sinfónica?

-Vamos a salir de gira a Abu Dabi, y estamos trabajando en el siguiente proyecto, que posiblemente nos lleva también de gira. Y me gustaría hacer grabaciones. Es una parte del trabajo orquestal muy importante. Nos enseña paciencia y requiere una enorme calidad.

-¿Qué le falta por conseguir a la Sinfónica de Galicia?

-Mejor acústica. Y no solo eso. Me gustaría que mis músicos tuvieran un sitio decente en el que cambiarse, con agua corriente.

-En 2016 empezará a dirigir la Sinfónica de Lahti. ¿Lo compaginará con la de Galicia?

-Sí. Es un proyecto paralelo, complementario. Haré aquí más conciertos aquí que allí. Me quedaré con mi familia, y se trata simplemente de hacer más viajes.