El chelista Jan-Erik Gustafsson actúa hoy a las 20.30 horas en el Palacio de la Ópera como solista del Concierto para violonchelo en do mayor, a la batuta de Josep Pons y con el acompañamiento de la Sinfónica. En el concierto también sonará Carmen, de Bizet y Schredin.

-¿Es su primer concierto con la Sinfónica?

-Sí. Es muy buena, estoy impresionado. Por supuesto, la conocía de antes, es la número uno de España. Es un honor estar aquí.

-No se conservan las cadenzas

-Las mías propias. Para ser completamente honesto, no son mías al cien por cien. Son piezas de diferentes cadenzas, y algunas partes son mías.

-¿Qué ha buscado expresar con ellas, entonces?

-Quería crear una larga línea. Las cadenzas, a veces, acaban componiéndose de arrancadas y paradas. Es muy difícil construir una misma línea larga desde el inicio, por todos los diferentes movimientos, y hasta el final. No sé si he tenido éxito, pero lo he intentado.

-¿Qué le evoca esta pieza?

-Tiene la clave de do mayor, que es muy positiva. Pienso que es un concierto muy, muy positivo. Busco tocarlo de la forma más soleada posible. Es muy difícil decirlo con palabras (ríe).

-Empezó a tocar con 8 años.

-Sí, sobre esa edad. Mis dos abuelos eran violonchelistas, de forma que, como era el chico mayor de la familia [expresa con un gesto que le ponen un instrumento entre las manos]. De adolescente quería ser jugador de hockey sobre hielo.

-¿Se siente cómodo trabajando con Josep Pons?

-¡Fantástico! Es un músico fantástico, una persona muy positiva y trabaja con el concierto con un estilo que me gusta. He trabajado mucho con Slobodeniouk [el director de la Sinfónica] y es un poco raro venir a esta orquesta y que no dirija él, pero Pons es brillante.

-¿Cómo conoció a Dima Slobodeniouk?

-Lo vi por primera vez en el festival finlandés de Vaasa, cuando él era un joven que pasaba las hojas para los pianistas. Estaba siempre siguiendo la música, recuerdo pensar que escucharía hablar de él.

-Definen su estilo como cálido.

-La gente tiende a decir que pertenezco al repertorio romántico de chelo, y eso no es completamente cierto. Toco mucha música temprana, barroco, y mucha contemporánea. En Haydn intento introducir cuántos más colores sea posible.

-¿Qué aportan estas épocas?

-Me ofrecen variedad, por supuesto. Muchos instrumentistas tocan exactamente de la misma manera independientemente del repertorio, y eso puede ser aburrido.

-¿Cree que las nuevas composiciones para violonchelo alcanzarán la calidad de lo ya escrito?

-La nueva moda entre los compositores parece ser volver a la música tonal, y creo que es algo bueno. Es un gran reto para un compositor escribir música tonal hoy en día, y algunos lo hacen realmente bien.

-¿Cuál es el instrumento que empleará en este concierto?

-Uno mío, fabricado por Stefano Scarampella en la década de 1890, que tengo desde hace cuatro años. Era el más antiguo que me podía permitir. Me costó unos dos años conocerlo realmente. Cuando tocas un chelo tienes una idea del sonido que quieres conseguir, y con este puedo expresar los sentimientos en la música de forma parecida a lo que deseo. Muy cerca, pero siento que aún queda algo en reserva.

-¿Qué proyectos tiene?

-No son ni componer ni dirigir. Llevo muchos años tocando el chelo, pero pienso que aún lo puedo hacer mejor. Y hay repertorio interesante: el próximo mes tocaré una pieza contemporánea de Éric Tanguy. Tengo una imagen mental del nivel que quiero alcanzar con el celo, que me hace practicar duro. Eres tan bueno como tu último concierto. Grande o pequeño, bien o mal pagado, es importante. Nunca toco sin estar preparado.