Najat El Hachmi nació en el Rif, pero fue a vivir a Cataluña de niña. En su última novela, La hija extranjera, explora la relación de una joven marroquí criada en España con su madre y la perspectiva de un matrimonio tradicional. Hoy participa a las 20.00 horas en el Ágora en el ciclo Libros en Directo.

-¿La madre es una metáfora del mundo tradicional?

-Hay dos niveles de interpretación, la relación madre-hija y el que la madre simbolice la transmisión de los valores y la cultura de la que proviene la protagonista, algo que se concreta, sobre todo, en la lengua. Todo el mundo ha de cortar el cordón umbilical. Aquí está muy exagerado por el contexto de la emigración, en el que la figura materna es lo único que ata al origen.

-Entre los descendientes de marroquíes, ¿la mujer es la transmisora de la tradición?

-Hay muchas diferencias entre núcleos urbanos y rurales. Entre los que venimos de la zona de Nador y del rural, el papel de transmisor lo tiene la madre. No del árabe estándar de los colegios y los medios, sino el amazigh [lengua bereber que convive en Marruecos con el árabe] en su variante rifeña, que no tiene otra forma de transmitirse que la oral. Las mujeres saben los cuentos, y nunca vi a un hombre improvisar versos, como sí hacen las mujeres en celebraciones y bodas.

-¿Por qué se da esto?

-Me parece una paradoja: si las mujeres han podido transmitir más esa cultura oral es porque han estado bastante más recluidas en el ámbito doméstico. Los hombres se fueron escolarizando en árabe.

-En el Rif conviven la identidad árabe y bereber, y en Cataluña, la catalana y la española. ¿Cómo las ha vivido?

-Tanto la identidad catalana como la rifeña no tenían ningún soporte tangible. Eso te obliga a preguntarte qué significa ser rifeño o catalán, a ponerte siempre en el lugar del otro y cuestionarte las etiquetas y prejuicios. Algo muy importante a la hora de escribir. Es un poco pesado (ríe) tener que estar siempre pensando en el tema identitario, pero es interesante. Y estas no son identidades estancas, claramente definidas. El único elemento un poco más tangible es la lengua. Por eso me interesó sacar ese elemento en la novela: es la única cosa a la que nos podemos aferrar para poder decir que eres catalán o rifeño.

-¿Ve la identidad desde una perspectiva individual?

-Me siento catalana pero porque las personas con las que establecí vínculos afectivos aquí se definían como catalanas, y me sumé a eso. Pero no puedo entender la catalaneidad como algo cerrado, estanco. Las reivindicaciones colectivas son más políticas que identitarias.

-En la novela habla de una nueva generación de musulmanes que cuestiona la tradición religiosa de sus antepasados.

-Está habiendo una reislamización, según los expertos, en muchos países árabes. Una reflexión, inédita, sobre si realmente la forma de practicar el islam que les han enseñado es o no la correcta. Lo explican en parte los medios, sobre todo algunas cadenas de Oriente Próximo, que buscan homogeneizar el mundo árabe para crear la idea de la gran nación panmusulmana, la gran umma. En la emigración las personas tienen que abordar el tema de la identidad quieran o no porque ya no están en su contexto, donde no se tienen que explicar. Tienen que cuestionarse qué les hace diferentes. Hay ese miedo, tan natural, de acabar desapareciendo si uno pierde lo que le hace distinto. Muchos se aferran a la religión porque es muy tangible y les hace sentir seguros.

-Su protagonista cree que, si fuera analfabeta, podría amoldarse a la vida que le exigen.

-Se compara con las mujeres de su familia que pactaron sus matrimonios pero a las que no ve especialmente infelices. Llega a la conclusión de que, si no puede adaptarse a esa vida, es porque ha leído y eso la condiciona, la hace más consciente. Lo interpreta como un defecto, pero es lo que la protege de esa vida que no hubiera escogido.

-¿Europa recibirá influencia cultural del mundo islámico?

-No creo. Puede haber influencia individual, pero para que se produjera eso que los musulmanes tendrían que ser un grupo de poder, y están más bien en una situación de marginación. No hay siquiera un reconocimiento a la existencia del musulmán europeo.