Jorge Javier Vázquez, presentador de Sálvame, actúa hoy en el Palacio de la Ópera a las 18.00 y a las 21.00 horas, interpretándose a sí mismo en la comedia musical sobre su propia vida Iba en serio, en la que Kiti Mánver interpreta a su madre. También ha publicado recientemente su segundo libro, Último verano de juventud, en el que mezcla ficción y autobiografía.

-Dice que empezó a escribir para exorcizar demonios. ¿Actúa en teatro para eliminar otros?

-No, esto es ya disfrute y deseo. Algo con lo que había soñado desde bien pequeño. Nunca tuve la valentía de estudiar para ello ni dedicarme a ello profesionalmente. Ahora me ha surgido la oportunidad, y de la mano de Juan Carlos Rubio (escritor y director de la obra) la he aprovechado y me está dando muchísimas felicidades.

-Lo cuenta como algo que le sobrevino sin buscarlo.

-En mi vida todo ha ido funcionando de una manera no sé si casual? Vi a Rubio como actor en una obra de teatro hace veinte años, tras llegar a Madrid. Años después, a través de Kiti Mánver, me pidió que pusiera una voz en off en una obra suya. Ahí le comenté mi idea de hacer teatro. Tras un par de años y de proyectos frustrados surgió la oportunidad de hacer Iba en serio.

-Expresó públicamente su admiración por Mánver. ¿De su madre tenía que hacer alguien que admirase?

-Para mí que Kiti Mánver haya aceptado trabajar en la función ha sido importantísimo. Es una actriz de muchísimo prestigio y que haya aceptado participar conmigo, un novato, ha sido maravilloso. Me ayuda y en cada función me va indicando qué tengo que corregir.

-¿Y cómo ha tomado su madre verse representada en escena?

-Debe ser un poco heavy para ella. Aparecen momentos de nuestra vida reflejados en la función, momentos duros? La función no es un homenaje a mi carrera ni a mi vida. Que yo sea Jorge Javier y trabaje en la televisión es un pretexto para hacer un recorrido emocional a través de cuarenta años de la vida de una persona. Con elementos reconocibles para el gran público.

-Pero la suya es una vida bastante excepcional.

-Profesionalmente puede ser, pero personalmente tengo una vida como cualquier otro. Lo que me gusta de esta función es que la gente que viene a verla se siente reflejada en un montón de cosas. No es una obra lejana, ni el retrato de un divo o una estrella. Me gusta muchísimo que la gente se sorprende mucho cuando la ve.

-¿Y usted está más inseguro en el escenario que en el plató?

-Es un medio que no controlo absolutamente nada, que me exige mucha disciplina. He vuelto a sentir los nervios previos, antes de cada función. Desde que se inicia hasta que se acaba hay que estar permanentemente alerta.

-¿Qué hará cuando acabe su contrato en Telecinco, en 2017?

-No lo sé. Paso por rachas en mi vida, pienso en reducir el ritmo de la televisión, en que me gustaría trabajar menos. Pero lo bueno que tiene mi profesión es que, al final, tú decides poco lo que quieres hacer. Puedes tener tu vida diseñada, pero viene un proyecto que te ilusiona mucho, o te quedas sin trabajo porque la gente está harta de verte.

-Cuenta en sus libros que su trabajo le causó desequilibrios.

-La televisión es un medio con el que tienes que estar luchando continuamente para que no te desquicie. Es un trabajo excepcional, de cara al público, y eso siempre tiene un coste. Tienes que estar permanentemente viendo de qué manera te puede afectar, cómo te puedes proteger. Al menos en mi caso, pasas épocas de desazones, inseguridades y de decir qué hago yo aquí. De desequilibrios, por qué no.

-¿Le afectó el odio que vierte alguna gente contra usted?

-Me llama mucho la atención, y me inquieta, el odio que se desprende en muchísimos comentarios de las redes sociales. No solo conmigo, sino con toda la gente que es muy popular. Culturalmente no me gusta, no me gusta que existan esos comentarios tan crueles. No entiendo cómo la gente sigue a personas a las que detesta. Creo que es una manera de sentirse fuerte.

-¿Le odian a usted como figura o a algo que representa?

-No lo sé, no lo sé. Cuando pasen algunos años nos echaremos las manos a la cabeza de lo que se hacía en las redes sociales. Como ahora echamos la vista atrás en el tipo de programas que hacemos. Antes sacábamos a los niños pequeños y hablábamos de temas con muchísima ligereza.

-¿Ese cambio en los programas ha sido para bien?

-Sí. Hay cosas que no entiendo. Que a los 18 años se puedan sacar todas las imágenes que no se podían emitir cuando eran pequeños y a partir de entonces sí. Me gustaría que se respetase el anonimato de la gente que lo deseara.

-¿Escribirá un tercer libro?

-No lo sé, supongo que el próximo tendría que ser ya ficción.

-¿No queda nada relevante de contar sobre su vida?

-(Ríe) Creo que todas las vidas tienen mucho que contar, elementos para hacer una función o una película. Pero me gustaría adentrarme en el terreno de la ficción.

-Nació en Cataluña, vive en Madrid. ¿Cómo vive la actual situación en su tierra natal?

-Con muchísimo cansancio y preocupación por el hastío que está provocando todo este asunto. Se está dejando la ilusión por ambas partes. Yo nací en Badalona pero me siento muy de Madrid también.

-¿Mudarse a Madrid le trajo más libertad?

-Me dio la libertad y me proporcionó muchísima felicidad. Tenía a la ciudad muy mitificada y jamás me defraudó. En ella me vi con 25 años viviendo solo por primera vez en mi vida y libre, viviendo mi vida como me gustaba vivirla. Echo la vista atrás y no creo que haya sido duro. Sí que he trabajado duro pero a mí el trabajo siempre me ha cundido mucho. Yo confío poco en la suerte, y mucho en el trabajo, la disciplina y echarle horas y horas.