Ángel Rueda ha estado al frente de la (S8) Mostra de Cinema Periférico desde su primera edición, celebrada en el año 2010. Desde entonces, ha capitaneado un equipo de profesionales de diferentes sectores en una labor encaminada a situar a la ciudad en el mapa de la recuperación y difusión de las vanguardias cinematográficas. El festival desarrollará del 1 al 5 de junio la que será su séptima edición.

-¿De qué forma se fraguó la idea de dar vida a este festival?

-El S8 nace en el año 2009 como una extensión casi de nuestra actividad profesional, ya que los organizadores nos dedicamos al cine y a la televisión, y estábamos en un proceso de búsqueda de nuevos caminos en el cine que no fueran los habituales. Teníamos esas inquietudes y queríamos acceder a ese tipo de cine, así que se orquestó este formato y pudimos tener acceso a celebrar la primera edición en la Antigua Cárcel Provincial. Nuestra filosofía era ser un espejo del cine en todas sus dimensiones.

-Decidieron otorgar al festival el calificativo de 'periférico'.

-Con el concepto de periférico nos referimos a que el cine se ha construido como tal gracias a que se ha alimentado de todo lo que le rodea: del teatro, la música, la pintura... Queríamos que fuera un festival de cine que mirara a su alrededor, que se alimentara de todo lo que rodea al cine.

-Este año centran la edición en la pintura y el cine con Los Nuevos Impresionistas. ¿Ha sido esta una apuesta arriesgada?

-No la considero arriesgada, sino valiente. Es un movimiento que hoy en día está siendo muy importante a nivel mundial y nosotros queremos ser pioneros. Volvemos a esa rebeldía del principio del festival, cuando lo llevamos a la cárcel. ¿Por qué el S8 no puede ser el altavoz de todo este movimiento que hasta ahora no se había unificado como un movimiento mundial? Estamos proponiendo un cine donde la belleza prima sobre lo demás.

-Esta edición va a arrancar con la proyección de El acorazado Potemkin, un símbolo de la Rusia revolucionaria. ¿Casa un poco esto con el Impresionismo, tema central de esta edición?

-Este festival es que se plantea como una gran historia. Cuando diseñamos las secciones buscamos que dialoguen entre sí, no es una mera exhibición de películas. El Impresionismo fue un acto de ruptura en su momento, y lógicamente la película fue un acto de ruptura simbólica de la sociedad con respecto a los poderes establecidos. Los Nuevos Impresionistas están intentando ahora realizar un acto de ruptura mediante la utilización de elementos analógicos en el cine, porque consideran que, igual que un pintor para conseguir pigmentos tiene que seguir usando pintura, ellos vuelven a recuperar el preciosismo de las imágenes con celuloide, y los que trabajan en digital lo reconstruyen para buscar una plasticidad en él.

-Cada año ponen a un artista en foco, en esta ocasión tres internacionales y una gallega. ¿Cómo se hace la criba para seleccionar a los profesionales?

-Este es un festival que, más bien, comisaría. Lo que planteamos es una línea temática bajo una investigación, y seleccionamos cosas que se ajustan un planteamiento inicial. Este año, al invitar a artistas internacionales de amplia trayectoria, nuestra intención es más bien didáctica. Creemos que hay una nueva generación que está muy influenciada por la imagen en movimiento, pero es justo la que menos cultura cinematográfica tiene.

-¿No choca un poco esto último que afirma?

-Es que no se enseña en las escuelas. A la gente, si les das cosas que les interese, las cogen. Los festivales tenemos la responsabilidad de formar al público y, en un entorno audiovisual tan potente como el que tenemos ahora, creo que debería ser obligatoria la formación cinematográfica en las escuelas.

-¿Qué tipo de públicos reciben mejor los talleres didácticos?

-Los talleres infantiles de MINI (S8) se llenan siempre, pero la parte de master class, por ejemplo, más enfocada a adultos, tiene un público muy variado, entre el que también hay profesionales que quieren seguir aprendiendo.

-¿Cómo ha evolucionado el festival desde la primera edición en 2010?

-Nos hemos dado cuenta de que interesa el festival mucho, y mucha gente se desplaza desde muchos sitios de España a A Coruña para ver cosas que no va a poder ver en otros sitios. Hay una madurez del propio proyecto, somos críticos, y queremos seguir proponiendo cambios.

-En estos años han cambiado los lugares de proyección, acondicionando el cine a cada espacio.

-El cine está en la vida, y hemos planteado que es un instrumento de transformación. El cine no viene de las salas de proyección, sino de las barracas, y de alguna manera podemos recuperar esa tradición.

-¿Cómo se lleva a cabo el proceso para recuperar las películas de este festival?

-El proceso primero se basa en la documentación: si no sabes que existe una película, no sabes que tienes que recuperarla, así que es importante investigar en libros y en tu entorno. Y luego las películas aparecen o no, porque se han perdido muchas a lo largo de los años. La recuperación puede ser física y de restauración, y hay una figura muy importante que es la del historiador, ya que hoy en día sabemos de películas que no podremos ver nunca pero sí que podemos leer sobre ellas.

-¿Cuál ha sido la película que más le ha gustado rescatar hasta el momento?

-Localizamos una película llamada El andamio que se hizo en A Coruña en el año 1958. La rodaron una serie de jóvenes de la ciudad que tenían su propio círculo de cineclub y dieron el paso de hacer su propio filme independiente de influencias neorrealistas.

-¿Es sencillo recaudar financiación para organizar este tipo de festivales?

-No es fácil, al ser un festival independiente. Está organizado por una asociación cultural que, durante el resto del año, organiza actividades en centros culturales encaminadas a la difusión del cine. Otra de las líneas son las subvenciones públicas y, en el plano privado, a veces accedemos a cesiones y servicios. Y, en los últimos años, a través de la cooperación con otros países, también podemos conseguir alguna ayuda por parte de sus embajadas.