El escritor Quinito López Mourelle acaba de presentar Mi última reencarnación, una obra que llega tras un periodo de cuatro años sin publicar novela. A su labor literaria, se suman sus otras dos facetas profesionales, la periodística y la musical, ambas presentes en su producción narrativa.

-¿Cómo ha sido el proceso de producción de esta novela?

-Cada novela tiene una historia interna diferente, y en este caso la idea inicial surgió porque, unos años antes de empezar a escribirla, me avisaron de la Diputación para organizar un encuentro de escritores, proyecto que al final no se llevó a cabo. Había un autor angoleño al que me apetecía especialmente traer a la ciudad, Manuel Rui. No logré localizarlo, y a raíz de ahí, surgió la idea de la novela.

-En este nuevo libro se encuentran ecos de diferentes géneros literarios. ¿Ha primado más la documentación o su memoria como lector?

-No me he documentado como hacen algunos autores de novela histórica. Utilicé mis conocimientos en literatura por mi tesis doctoral, y he jugado con algunos géneros, pero no de una forma muy consciente. Me explayé con mucha libertad y, en esa libertad, me fueron saliendo al paso todos esos géneros, a veces conscientemente y otras veces iban surgiendo y yo les iba dando forma.

-¿Sería la novela más humorística de las que ha escrito hasta ahora?

-Probablemente. Lo que pretendo es que cada novela sea diferente a la anterior. Cada historia te exige abordarla de una forma distinta. En este caso, la historia es bastante delirante y creo que el sentido del humor y, sobre todo, la ironía, era el guante que mejor le iba a esta novela.

-El protagonista es un "trapecista que arroja al lector a la búsqueda sin sentido del ser humano". ¿Le ha servido este personaje para plasmar tus preocupaciones y reflexiones personales?

-A mí me gusta distanciarme todo lo posible de mí mismo y, en esta novela, la forma que he tenido de hacerlo es reírme de mí mismo. Evidentemente, todos los escritores cogemos cosas de nuestra experiencia diaria y recuerdos, pero yo procuro deformarlo al máximo.

-¿Esto último viene de influencias esperpénticas?

-Sí, tiene algo de esperpéntico, pero en ese esperpento e ironía se esconde una reflexión y un retrato de la sociedad en la que vivimos.

-Compagina su labor como escritor con su labor como músico, habiendo grabado cinco discos. ¿Para cuándo el próximo?

-Puedo adelantar que estoy trabajando en un disco que incluirá los arreglos del saxofonista Roberto Somoza, composiciones mías, y la participación de la Orquesta de Cámara Galega. Es un disco que me hace muchísima ilusión, y estamos en fase de partituras, aunque los temas ya están compuestos, que es lo más importante.

-¿En qué medida han influido sus facetas como músico y periodista en su creación literaria?

-Muchísimo, porque para mí el lenguaje es, ante todo, música. Tiene una sonoridad y una capacidad de despertar en nosotros la asociación de imágenes. Intento que los dos lenguajes fluyan de forma paralela y, ante todo, antes que narrador me considero poeta, y se ahí viene mi querencia por la música.

-Como amante del jazz, ¿le gusta improvisar?

-Sí, de hecho nunca me pongo a escribir una novela con toda la historia atada en mi cabeza. Tengo una planificación, tomo apuntes, pero lo que realmente me satisface como escritor es plasmar aquellas cosas que en un principio no había planeado y que la propia novela me va dando a medida que la voy desarrollando.

-En una ocasión dijo de uno de sus discos que "lo pondría a caldo". ¿Es su mayor crítico?

-No lo sé, porque en este país tengo muy pocas críticas escritas sobre mis discos, por lo que no tengo una opinión muy formada de la idea que tiene la gente de mi música. Todos los comentarios que me llegan son de gente que me conoce y me puedo hacer una composición de lugar, pero no sé si hay gente que me puede criticar más o menos, y en ese caso no sé si soy mi mayor crítico. Pero sí soy crítico conmigo mismo, porque me gusta mucho la música, y hay música que sé que está a años luz de la que puedo llegar a componer yo.