El humorista, actor y director Goyo Jiménez llega a la ciudad de la mano de su espectáculo By the way, una revisión de sus mejores monólogos desde una perspectiva más analítica aderezada con nuevas pinceladas cómicas. Jiménez actuará hoy en el teatro Colón a las 19.30 y las 22.30 horas y repetirá mañana a las 19.00 horas.

-¿Qué se va a encontrar el público en By the way?

-Como su propio nombre nos indica, en By the way, que significa "por el camino", el público se va a encontrar con un espectáculo en el que les explicaré cómo se hace un show. Como la cocina deconstruida, que te la van acabando en la mesa, algo así.

-Algunos humoristas se fijan un mínimo de carcajadas en sus espectáculos. ¿Es este su caso?

-No lo cuantifico, prefiero cualificarlo. La mejor forma de saber si un espectáculo o un artista funcionan es la venta de entradas y, en mi caso concreto, yo estoy más que contento porque hacemos unas diez funciones en Galicia y, salvo en Ferrol, que creo que quedaban unas veinte entradas, el resto se han vendido todas. De hecho, en A Coruña tuvimos que abrir otra función más. Si esto sigue así es porque algo habré hecho bien.

-Además de su formación en Arte Dramático, en su currículum también figura la carrera de Derecho, dos disciplinas dispares.

-Sí, suelo decir que Derecho era una carrera calmapadres, pero tienen algo que ver; ambas son actuaciones ante un público. Cuando actúas ante los espectadores en un escenario al fin y al cabo ese público te está enjuiciando. A partir de ahí, ya no se parecen en nada más.

-Lo cierto es que el panorama actual de la justicia española ha inspirado más de un monólogo.

-El panorama en general del mundo da pie a mucha implicación, porque creo que vivimos uno de esos momentos trascendentales de la historia en los que estamos pasando de un paradigma, de una forma de vivir, a otra. Se nota, estamos todos con una crisis de valores e ideas, espantados, como en un barquito que no sabemos si nos va a llevar a buen puerto o si nos va a hacer naufragar.

-¿Ha habido algún monólogo que le haya costado defender sobre el escenario?

-No, porque la ventaja de ser autor es que si los haces es porque quieres. Cuando tienes que hacer algo que no es tuyo te puede costar un poco más pero, cuando aceptas un trabajo, ya sea desde el punto de vista de haberlo creado tú o solamente tener que interpretarlo, aceptas que eso forma parte de ti, con lo cual la verdad es que no me suele costar.

-¿Qué recuerda de la primera vez que se subió a un escenario para hacer un monólogo?

-Lo recuerdo de una forma muy divertida. Yo siempre me he subido al escenario a disfrutar y no sé si es que eso lo reflejo o doy buen rollo, pero no tengo malos recuerdos. La primera vez tenía catorce años y la verdad es que todo el mundo se rió mucho, supongo que les haría gracia que un niño estuviese intentando divertir a tantos mayores.

-¿Todavía sigue quedando algo de aquella primera vez?

-Claro, yo tengo la enorme fortuna de seguir actuando, y el que sale al escenario es aquel crío. Tengo la suerte de que mi trabajo alimenta a ese rapaciño, como decís vosotros (ríe). Cada vez que actúo lo hago con la misma ilusión del primer día. Es que si no lo hiciese sería tonto por no aprovechar la oportunidad que me brinda la vida de ser feliz y mal artista porque estaría engañando a la gente. Lo único que no puede hacer un humorista es perder la felicidad.

-Ha escrito guiones para diferentes humoristas como Leo Harlem o José Mota. ¿No cuesta amoldarse al estilo de cada uno de ellos dejando a un lado el suyo?

-No, es otra faceta de mi trabajo que me resulta muy divertida. Cambias el chip porque piensas como pensaría otro y lo bonito es ver cómo adaptar ese personaje a las formas de actuar de cada uno. Para mí es un placer y un orgullo que compañeros de trabajo te digan que les has pillado el tono. Me parece un reto maravilloso.

-Compagina varios proyectos al mismo tiempo, en los escenarios, en televisión, en radio y en cine. ¿Le llega a resultar complicado organizarse?

-Es complicado porque te obliga a tener la agenda muy apretada, es la desventaja de este trabajo, que alguna tenía que tener. Pero de momento mi mujer me apoya y me ayuda a desconectar.

-Javier Cansado, uno de sus referentes, decía en una entrevista para este periódico que le parecía que las nuevas generaciones de humoristas tienen un nivel intelectual y de preparación más alto que antes. ¿Cree que es así?

-No sé si tenemos una mayor preparación, yo creo que el mundo es diferente y ya está. Javier es muy modesto, porque tanto él como Faemino construyen un tipo de humor que para mi gusto es mucho más intelectual que muchas cosas que se pueden ver ahora. Ya quisiéramos alcanzar muchas veces el nivel de los que estaban antes y siguen estando. Miro a la gente joven y creo que hay muchas cosas interesantes por venir, pero miro atrás y veo que también había cosas buenas de las que hay que seguir aprendiendo.

-¿Influye en el humor actual el acceso a las nuevas tecnologías, que permiten un acercamiento a l a comedia procedente de otras culturas?

-Ahora tenemos la capacidad de ver lo que se está haciendo en otros países del mundo al momento. De hecho, lo que hay es un bombardeo de humor en la red, desde vídeos de gatitos tocando el piano hasta tuits más o menos ingeniosos. Yo creo que la pega que le pondría es que existe el peligro de que todo derive en una cultura mainstream. Me da la sensación de que estamos en un panorama de endogamia, que cuando no ves Gran Hermano, no entiendes el programa en el que hablan de Gran Hermano, ni el programa en el que se habla del programa en el que hablan de Gran Hermano.

-Internet precisamente es una cantera para nuevos humoristas, cada vez son más los youtubers con espectáculos propios. ¿Cómo lo ve?

-La libertad consiste en eso, todo el mundo tiene derecho a hacer un espectáculo. Me parece efectivamente que Internet es una ventana nueva, otra cosa es que se transforme solo en eso. Lo que hay que ver es a muchos humoristas, muchos youtubers, muchos actores... Hay que verlo todo y cribar, pero todo el mundo tiene derecho a hacer de su capa un sayo; al final, la verdadera democracia es la gente que paga una entrada por ver algo, y si lo hacen es que ese algo valdrá la pena.