El concierto de Bartok, como tantas obras del compositor húngaro, puede no gustar -de hecho a muchos no les agrada-; pero es innegable la calidad del trabajo compositivo; él mismo reconocía que su música no estaba hecha para complacer al público. Exceptuemos algunas obras de juventud. En cualquier caso, cuando un gran violinista y una excelente orquesta -dirigida de mano maestra por una batuta atenta a los menores detalles y utilizando una riquísima gestualidad para ponerlos de relieve- abordan el segundo concierto para violín (de 1938, premonitorio e incluso expresivo del inexorable conflicto armado que se avecinaba), el resultado es un impresionante hecho artístico que a nadie deja indiferente. Zimmermann ofreció un memorable bis en su Stradivarius Lady Inchiquin (1711): Preludio en Sol menor, opus 23 número 5, de Rachmaninov, en formidable transcripción del violinista Ernst Schliepharz. Su asombrosa dificultad y su no menos asombrosa ejecución desencadenó una impresionante aclamación del público. El violinista alemán es, sin duda, uno de los grandes. Y, hablando de grandeza, qué enorme versión de Los planetas por parte de la OSG. Coros, tras telón, para el último movimiento, acertados Un brillante comienzo para un aniversario que nace bajo los mejores auspicios.