Con muy buenas críticas y salido del horno hace menos de un mes llega hoy a la sala Mardi Gras, dentro del ciclo Son Estrella Galicia, el tercer disco de Julián Maeso, el primero como artista de Sony Music, Somewhere Somehow. El toledano presentará a quinteto su mezcla de country, folk, blues, rock, pop y jazz, y anuncia "sorpresas".
-¿Que se encontrará el público en el concierto de esta noche?
-Temas del nuevo disco, algunos de los anteriores, alguna versión y muchas ganas de satisfacer a todo aquel que decida emplear su tiempo y su dinero en venir a vernos.
-Ya ha tocado en A Coruña, ¿qué recuerdo guarda?
-Muy bueno. He tocado en Mardi Gras, en Playa Club con otros proyectos y en una plaza el año pasado [San Nicolás, en las sesiones expandidas del Festival Noroeste Estrella Galicia]. Esa noche fue bastante mágica, de las mejores noches de la gira del disco anterior. O sea que creo que este viernes en Mardi Gras van a saltar chispas.
-¿Contento con el disco?
-Buf? En este disco me he relajado un poco en relación al anterior, que no quería ni que saliese.
-¿Por qué?
-Soy muy exigente con lo que hago y me critico tanto que es como una autodestrucción. Con la madurez vas asumiendo que un disco es un reflejo del momento, que no existe la perfección y que tienes que conformarte con esa fotografía del momento en el que estás y la música que puedes ofrecer sin más pretensión que eso. Tienes que intentar que el disco tenga una carga de emotividad y llegue a la gente al corazón y lo demás son gilipolleces.
-En una entrevista reciente afirmó que la música "tiene una función terapéutica" para el público. ¿Y para el músico?
-Por supuesto. Si das, recibes. A mí que la gente venga al concierto ya me llena. En los tiempos que corren, la función terapéutica es conseguir que se genere un momento de magia, llegar al corazón a la gente y hacerles olvidarse de sus problemas. Eso es un triunfo para ti y para el público.
-Usted actúa en toda España. ¿Cómo está el panorama musical?
-Hay que intentar que las salas de conciertos no tengan tantas trabas y que se legalice la situación de los músicos, que muchas veces no están dados de alta ni cotizan.
-Y con lo difícil que lo tienen, ¿qué engancha tanto?
-La música es algo superior a nosotros, ligado con la naturaleza. A cualquier persona le ha afectado para bien y para mal una canción. Conecta directamente con el ser humano a nivel sensorial. En mi caso también es un trabajo. Y ha sido una pasión desde pequeño. Yo estaba tocando las cacerolas en casa con tres años. Y cuando escuché ciertos grupos me impactaron muchísimo.
-¿Cuáles?
-Rock & roll de los 50. Chuck Berry, Jerry Lee Lewis... Por ahí empecé.
-Y fue avanzando.
-Sí. Estaba en colegios de curas y siempre había un instrumento por ahí y aproveché la coyuntura para intentar no tocar el Alabaré (ríe).