El año pasado, Blanca Riestra ganaba el XXVII Premio de Narrativa Torrente Ballester con la novela Greta en su laberinto, una historia sobre el viaje de una joven de un pueblo rural, Nación, que llega a la gran ciudad en busca de su hermano desaparecido. Como parte de la recompensa por el galardón, la editorial Alianza se comprometía a la publicación de esta distopía sobre monstruos y vampiros atormentados, que salía al mercado hace unas semanas.

-Greta en su laberinto es una obra sobre vampiros, ¿tenía ganas de escribir sobre ellos?

-Muchas. Es un tema muy atractivo, ese ser inmortal que vive su inmortalidad como una fatalidad, y su sed como una condena. Siempre me pareció muy atrayente, y me divirtió mucho escribir sobre ello.

-Los vampiros son una de las estrellas de la literatura. ¿Les ha dado un tratamiento diferente del clásico?

-Quizá lo distinto es que el tema del vampirismo no está enfocado de manera directa, y que está inmerso en otro tipo de temáticas muy importantes en la novela, como el devenir de la sociedad y el desorden.

-En el libro encontramos vampiros, pero ni un solo niño, ¿por qué?

-Quería ilustrar el abatimiento de una sociedad destruida, triste, llena de individuos sin esperanza. Una sociedad donde las clases estuvieran muy polarizadas. Me pareció que la manera de reflejar esa desesperanza total era que no hubiese niños. La exterminación de la infancia es lo más trágico que hay, porque acabas con el futuro.

-Greta recorre un laberinto metafórico, la búsqueda de su identidad. Sin embargo, el relato en sí también parece un laberinto para el lector. ¿Era su objetivo?

-Intenté que la novela imitase la estructura laberíntica de la búsqueda de Greta y de la ciudad, que también es laberíntica y que te engulle.

-Ese laberinto refleja un movimiento migratorio de Nación, el hogar de Greta, a Agar. ¿Por qué los personajes tienen el deseo de viajar a un lugar tan desolador?

-Eso es parte del misterio. Agar es un lugar destructivo, pero al mismo tiempo hipnótico, que atrae a la gente hacia su fin. Los personajes que viven este éxodo echan de menos lo que han perdido y sufren por el lugar en el que están. Tiene un poco que ver con las grandes ciudades del mundo actual, atractivas pero peligrosas, y con gente que sufre.

-Parte de esa decadencia de Agar está formada por una red que pretende controlar lo que piensan los ciudadanos, ¿podría suceder?

-La red funciona como metáfora de cosas presentes. Tiene que ver con internet, pero también con el sistema de control al que estamos sujetos hoy en día y que seguramente se desarrollará hasta abarcarlo todo. Es la idea del control omnipotente de la población y de la pérdida de privacidad y libertad.

-Eso suena a crítica, aunque en otras entrevistas aseguró que no hacía tal cosa en la obra.

-No la escribí como una crítica social, aunque es evidente que eso está ahí. Es una novela crítica, fruto de la crisis y que refleja la sensación del hundimiento del sistema de bienestar; pero la escribí como un juego, sin pretender dar lecciones.

-Los personajes de la historia son muy complejos, ¿cuál fue el más difícil de construir?

-Gabriel es un personaje muy interesante. Es un personaje malo, es un tipo atractivo, triunfador... y al mismo tiempo muy atormentado, con una filosofía de la vida y del mundo muy peligrosa.

-Dice que todo lo que escribe tiene algo en común, ¿en qué coincide esta historia con el resto de sus obras?

-El gusto por la oscuridad, la picaresca... y también la obsesión por la música. El subtítulo es una ópera rock porque creo que es un libro muy musical. Lo vi siempre como una especie de serie de parlamentos musicales cantados por ejemplo por Freddie Mercury o por un grupo de cantantes travestidos. Ese es el tono de la novela, algo grotesco.

-Hay otro personaje que también descoloca, El Monstruo.

-El Monstruo es maravilloso. De hecho, pensé en escribir una segunda parte de la novela, porque hay personajes con los que me gustaría seguir.

-¿Así que puede haber segunda parte?

-No sé si estropearía la primera, pero quizá sí. Los personajes tienen muchas posibilidades.