Ilustró libros, hizo novelas gráficas e incluso trabajó para discográficas, pero hasta hace un año escaso no se había interesado por la pintura. Antonio Seijas, cuyo último trabajo, La Luz, se encontró entre los nominados a Mejor Obra Nacional en los Premios Expocómic del 2014, inaugura mañana su exposición Ouro nos ollos en la Casa Museo María Pita. La muestra, compuesta en su mayoría por acrílicos sobre lienzo y óleo, tendrá como tema central la luz y su significado metafórico en la vida de las personas, una idea que el artista ya había explorado en obras anteriores.

-Empezó a pintar hace relativamente poco, ¿cómo está siendo su incursión en el mundo de la pintura?

-Es un reto. Hasta finales de 2015, cuando hice mi primera exposición, no había pintado nunca. Nunca había cogido un pincel, porque lo hacía todo digital. Así que al principio me resultó complicado, sobre todo porque tenía metido en la cabeza mecanismos del ordenador, en el que si te sale algo mal puedes deshacerlo. Pero como fue bien y hubo bastante buena crítica, seguí por ese camino.

-De la ilustración a la pintura no hay un espacio muy grande, ¿por qué tardó tanto en atreverse a salvarlo?

-No lo sé. En realidad creo que el proceso lógico es al contrario: empezar con lo real y pasar luego a lo digital, pero lo mío fue al revés. Mi estilo es bastante pictórico, no me gusta que el color sea un relleno mecánico, sino que tenga una textura. Así que supongo que el paso a la pintura se veía venir. Yo no me daba cuenta [se ríe] pero ya iba hacia ella.

-A diferencia de en la novela gráfica, en la pintura no es necesario pensar en un guión. ¿Eso la hace más sencilla que la ilustración?

-La convierte en algo distinto. En la pintura el diálogo no lo escribes, pero lo estableces. Pintas con el espectador. Por eso no me gusta que con una mirada ya tengan el cuadro visto. Prefiero hacer pensar, que el público aporte algo para completar lo que está viendo.

-¿Y cómo se consigue eso?

-A veces cambiando alguna cosa cotidiana. Por ejemplo, en mi primera exposición, el nexo de unión que había en todas las obras era un triángulo negro. Algunas pinturas mostraban un paisaje normal, y luego ese triángulo flotando en el aire. Eso ya conseguía que el espectador se quedase parado, pensando en su significado.

-Ouro nos ollos girará en torno a la luz, algo que ya había tratado en su última novela gráfica, ¿por qué es un tema tan atrayente para usted?

-Es difícil de explicar. Creo que tenemos unos sentidos y que a través de ellos captamos el mundo. Pero esos sentidos no son suficientes para captar al completo nuestro entorno. Por ejemplo, los pájaros o los insectos ven los rayos ultravioletas. Nosotros no, pero que no los veamos no significa que no existan. En mi opinión, la luz nos acerca a esa realidad verdadera que está más allá de los sentidos.

-Es una reflexión curiosa para alguien que suele trabajar a oscuras durante horas, delante de un ordenador.

-Sí [se ríe]. Si te fijas, en muchas mitologías el héroe va a buscar la luz en la oscuridad. Te tienes que adentrar en la oscuridad para encontrar la luz.

-En sus obras, como en esta muestra, juega mucho con la metáfora, algo habitual en el mundo plástico. ¿Por qué es importante insinuar en lugar de decir directamente?

-Es importante porque la obra es la que yo hago, pero después cada persona la va a recibir de una manera. Cada uno lo va a adaptar a su vida. Una metáfora está abierta a muchas interpretaciones, y todas van a ser igual de válidas que la mía. Por ejemplo, en mi primera exposición, uno de los cuadros mostraba unos mástiles en medio de las nubes y el triángulo negro que mencionaba antes. Y algunos me dijeron que era una escena muy positiva, pero otros dijeron que parecía que el barco estaba encallado y que iba a naufragar. Esa es la magia del arte: tú puedes querer transmitir algo, pero al final lo que cuenta es cómo le llegue al espectador.

-Usted define ese arte como "el camino verdadero". ¿El camino a dónde?

-El camino a la realidad. Algo que no podemos percibir, pero que rozamos con las emociones que transmite el arte y con la espiritualidad. Cuando te conmueve un poema, cuando se te pone la piel de gallina con una pieza musical o cuando te emocionas con un cuadro, es cuando más cerca estás de esa realidad verdadera. Ahí es donde el arte tiene que buscar. No representar lo que se ve, sino ir un poco más allá, llegar a la esencia de las cosas.