La Orquesta Joven de la Sinfónica de Galicia ofrece esta tarde, a las 20.30 horas, un concierto en el Palacio de la Ópera en el que, bajo la batuta de Rubén Gimeno, tocará la Sinfonía número 5 de Serguéi Prokófiev y el Concierto para piano y orquesta número 5 de Ludwig van Beethoven. En la interpretación de esta última pieza, y acompañando a la Orquesta como pianista solista, estará el coruñés Manuel Casares, una promesa de la música de apenas 22 años con varios premios a sus espaldas.

-Este es el primer concierto del año en A Coruña de la Orquesta Joven, en el que tocará el piano como solista. ¿Cómo van a abrir este 2017?

-Con un concierto muy potente, porque tanto Beethoven como Prokófiev son dos de los autores con más proyección y más historia de toda la música. La verdad es que me hace mucha ilusión, sobre todo por tocar el 5º concierto de Beethoven, una de las obras más importantes del repertorio solista para piano.

-Una obra, además, que no es la primera vez que toca.

-Sí. La había tocado una vez con la orquesta del Conservatorio, y fue una buena experiencia. El tocarla por segunda vez hace que la pieza esté más madura, y que se interprete de forma diferente. Es una obra muy marcial, muy pomposa, muy elegante? Algo que te alegra el alma y que puede disfrutar cualquier persona.

-Sin embargo, no es un tipo de música por el que la juventud suela interesarse...

-No. Normalmente, cuando vas a un concierto de música clásica, la gente que está en el público y es joven, está ahí porque está estudiando música. Dentro de la juventud, la música clásica es como un tema tabú a veces, porque le preguntas a cualquiera que esté fuera del mundillo y te dice: "Bah, la música clásica, qué aburrido...". Está claro que siempre la vas a disfrutar más si sabes lo que están tocando y cómo se construye la pieza. Pero al final es arte, le llega a todo el mundo.

-La música clásica no es el único estilo que ha interpretado. De hecho, hace pocos años, se interesó por el rock, llegando a formar parte de un grupo en el que tocaba la batería. ¿Qué otros estilos le gusta interpretar?

-Todos. Hay una frase que dice que solamente hay dos tipos de música: la buena y la mala. Es decir, si la música se hace con calidad, sea el estilo que sea, vale la pena y se va a disfrutar. Pero, entre ellos, me encantaría saber más jazz del que sé. Siempre voy a sesiones en el Conservatorio, pero es muy complicado entrar en profundidad en ese estilo. Ojalá supiera un poco más.

-Su participación en este concierto es el fruto de una carrera que comenzó a los cinco años, cuando empezó a tomar clases de piano. ¿Ya le interesaba entonces la música?

-Por lo que me cuentan en casa, todo empezó cuando me regalaron un tecladito de una octava y conseguí sacar las demos que traía de oído. Las tocaba y mis padres no sabían si era la demo, si era yo? Entonces decidieron meterme en clases de música. Y allí es donde coincidí con la que lleva siendo mi profesora de música desde entonces, Irina Moryatova, que es como mi segunda madre.

-¿Qué ha significado ella para su carrera musical?

-A ella le debo todos los éxitos que tengo y que tendré en mi vida. Desde los cinco años supo perfectamente cómo enfocarme. Siempre es un gusto trabajar con ella. Pero un músico es como un futbolista, no puede tener tanto tiempo seguido el mismo entrenador, por eso voy a empezar un máster por Centroeuropa.

-Será un paso más en su formación, que ya es bastante amplia. ¿Cuál es la meta de todo ese esfuerzo?

-La meta es seguir aprendiendo. Cuanto más descubres, más puertas se abren. Entonces, ¿éxitos? Sí. Yo busco tener éxito. Pero de tal forma que pueda ser la llave a cosas más grandes.

-Y antes de marcharse, ¿participará en otros conciertos?

-Sí. Tocaré la celesta el 2 y el 3 de febrero con la Orquesta Sinfónica, en el estreno de un compositor contemporáneo, Vladimir Rosinski. Una actuación que me hace mucha ilusión.