Que cada obra cuenta una historia es algo que los artistas saben bien, aunque sean pocos los que se atrevan con una tan grande como la de Galicia. El pintor y artesano Pedro Castro, sin embargo, sí forma parte de esta minoría; un hecho de sobra comprobado en su última exposición, abierta en Portas Ártabras hasta finales de mes. En O Medievo, Castro recrea escenas de libros y monumentos de la tradición gallega, maleándolas dentro de un estilo que hace tiempo que solo puede llamarse suyo. A través de vivos colores y una rica simbología, el artista trata de recuperar la antigua calidez del arte surgida a partir del siglo XI, hablándonos con esos trísqueles, lunas y rosáceas que nuestro inconsciente, dice, siempre reconoce como propios.

-¿Cómo es O Medievo?

-Es una exposición en la que recojo piezas de libros miniados y escenas de monumentos como iglesias o monasterios, y las recreo de una forma muy fiel a la imagen original, salvo porque las enmarco con una serie de símbolos que las reafirman y las realzan, y porque les pongo colores. Pero no hago ninguna barbaridad al pintarlas. En el pasado toda la piedra lo estaba, así que esa visión que tenemos hoy de la época del Medievo como algo tétrico y lúgubre no se corresponde con la realidad. Había luz, pintura, música, olores?

-La simbología de la que habla es muy variada, ¿cómo la emplea en esta muestra?

-Siempre coloco un símbolo celta que viene a ser el marchamo de mi pintura: un trisquel, una rosácea... montones de ellos. Y después casi siempre pongo el sol y la luna, que significan el día y la noche, el hombre y la mujer, el principio y el final... Un simbolismo que estaba presente en el Medievo, pero también antes.

-¿La gente los comprende?

-Hay gente que sí. Las personas tienen elementos en el inconsciente que les están hablando mucho más de lo que creen. Creo firmemente que en el ADN no vienen solamente los rasgos físicos, sino también toda la esencia de la historia, porque somos el resultado de generaciones. El simbolismo es un conocimiento que tenemos dentro, aunque no nos demos cuenta. Así que cuando le pones esos elementos a la gente, le resultan cercanos.

-También ayudan a comprender las escenas.

-Sí. Se ve por ejemplo en una pintura en la que represento la entronización del señor feudal en su tierra, un ritual en el que marcaba los límites de su territorio y que supone la segunda parte de una escena sacra que está en uno de los capiteles de la iglesia de Santa María. Pongo tres elementos para explicar la historia: un machado del neolítico que recogí de un petroglifo, donde los señores hacían una marca en cada entronización; un trenzado celta que simboliza esos límites; y un noble. Todo los elementos que uso tienen un por qué.

-El resultado es una obra que se define como atípica, ¿está de acuerdo?

-Sí, es atípica, y la exposición también. En las inauguraciones muchas veces viene gente a cantar o a recitar poemas de la época, así que este tipo de muestras aúnan música, pintura y literatura. Es algo que puede tener mucha transcendencia, incluso a nivel internacional.