La compañía santiaguesa Voadora interpreta esta tarde en el Teatro Colón a las 20.30 horas su obra Calypso, un trabajo escrito por el dos veces ganador del premio Jardiel Poncela, Fernando Epelde. La representación, dirigida por Marta Pazos, se basa en el mito de Sísifo y articula una reflexión sobre los comportamientos ridículos generados en la sociedad a partir de la tecnología.

-Han hecho adaptaciones de clásicos como Don Juan, de Moliére y La Tempestad, de Shakespeare. En esta ocasión, se basan en el mito de Sísifo, ¿cómo lo han llevado al teatro?

-Nos apoyamos en el mito de Sísifo para hablar un poco de lo que nosotros creemos que es la realidad del hombre contemporáneo en occidente, ese afán de producir todo el tiempo. La idiotez que nos parecía este sin vivir, el no saber si trabajamos para vivir o si vivimos para trabajar, es el pilar sobre el que luego Fernando escribió el texto.

-Parten de un mito griego, pero lo trasladan a la actualidad, ¿cómo fue el proceso de encadenamiento de ideas?

-Fue un proceso hecho por completo en la sala de ensayos a partir de un feedback constante con el dramaturgo, que también estaba presente. Teníamos varias ideas sobre las que queríamos trabajar, y las probábamos en la sala de ensayos para ver si el material funcionaba o no. Fue un viaje muy bueno, porque el dramaturgo nos propuso trabajar desde un lugar más oscuro que se ve reflejado en la obra.

-¿Dónde se refleja?

-Se ve en la estética y en la trama. Calypso es una reflexión sobre esos momentos que a lo mejor no nos gustan tanto de la realidad. El espectáculo habla de cómo han cambiado las relaciones con las nuevas tecnologías. Cómo se habla menos, se toca menos? Cómo está cambiando el mundo.

-Reflexionan sobre lo absurdo, ¿los comportamientos producidos por la tecnología es lo más ridículo que han encontrado en la sociedad actual?

-No, hemos encontrado muchas cosas absurdas [se ríe]. Pero lo ridículo de la tecnología es que cada vez estamos más conectados y más desconectados a la vez, que eso ha cambiado las relaciones afectivas y que cada vez tenemos más necesidades absurdas. Nos estamos alejando de nosotros mismos.

-¿Es una crítica?

-No. Nosotros nunca hacemos crítica, no pretendemos decirle a nadie lo que tiene que pensar. El público habitual sabe que no va a ver nada mascado. No decimos lo que pensamos, sino las preguntas que tenemos, para ver si coinciden con los espectadores que están en las butacas.

-Su forma de hacer teatro se basa en un lenguaje de emociones y sensaciones, ¿cuáles son las que quieren provocar con esta representación?

-Queremos compartir esa inquietud que tenemos como individuos, pero también como artistas. Una de las cosas que planteamos en la obra es qué nos distingue de los animales, y una de las diferencias es la creación artística. Es una creación que llevan a cabo los protagonistas, R, G y B, un equipo que cada noche construye la realidad.

-La musicalidad también es un componente muy importante, ¿cómo suena Calypso?

-Calypso es un diálogo entre el presente y el pasado, así que la música tiene partes del Réquiem de Mozart y otras de la música electrónica compuesta por José Díaz y Hugo Torres para el espectáculo.

-Después de esta obra, estrenarán de forma oficial Sueño de una noche de verano, una adaptación de Shakespeare a la que le han dado una vuelta de tuerca, ¿cómo será ese giro?

-Es una versión en la que el texto de Shakespeare dialoga con el texto de Marco Layera, que ha reescrito toda la línea de los amantes del espectáculo aproximándola a los conflictos de hoy en día. Además de ese diálogo, se plantea la reivindicación del tránsito, la metamorfosis del bosque como un espacio donde suceden cosas mágicas, un tema que Shakespeare también plantea en su obra. Es un espectáculo que pasa entre el día y la noche, lo humano y lo animal, la vigilia y el sueño? Un viaje lisérgico y erótico por una noche de verano.