La escritora Ana Martos presentará esta tarde a las 19.00 horas en la Casa-Museo Emilia Pardo Bazán su Biografía canalla de Emilia Pardo Bazán, un repaso por la vida y la mente de la popular autora coruñesa que luchó por construir su propio camino, derribando los muros que la sociedad del siglo XIX trataba de construir a su alrededor.

-No solo presenta una biografía, sino una "biografía canalla", ¿por qué ese adjetivo?

-Porque es una biografía muy transgresora. He estado indagando en sus mecanismos, en sus qué y en sus porqué, y la transgresión que ha hecho es tremenda. Una mujer que nació en 1851 y que hizo lo que quiso es la mayor transgresión que ha existido en España, porque entonces las mujeres no éramos nadie.

- Plasma la lucha que vivió Emilia entre el deseo y el deber, ¿logró mantener el equilibrio, o escogió el deseo?

-Ganó el equilibrio y ganó el deseo. Era un conflicto entre el deseo y la norma social. En aquella época las mujeres ni se lo planteaban, no hacían lo que querían. Pero ella sí, hizo lo que le dio la gana y se salió con la suya.

- Fue una transgresión que comenzó muy pronto, desde su infancia.

-Sí. En vez de jugar con muñecas jugaba con un caballo de cartón y una locomotora, algo propio de chicos. En esa época también fue importante la figura de su padre, porque a ver quién le compró eso. Era muy difícil que una niña de ese tiempo tuviera esos juguetes. También se atrevió a leer muchos libros. En vez de los cuentos de hadas, andaba con La Biblia y La Ilíada. Ella tenía la semilla dentro, pero el padre fue el catalizador.

- Fija su despertar literario en 1860, cuando la victoria de O'Donnell le llevó a escribir su primer poema. ¿Fue también su despertar político?

-Aquello fue un rapto de romanticismo patriótico, pero no creo que llegara a un despertar político. Tuvo la influencia del padre, que estaba metido en el Partido Liberal, pero tampoco fue activista. En el libro narro una historia que contó un ruso, acerca de que Emilia fue a Inglaterra a traer armas para los carlistas. A mí me suena un poco a chino, aunque parece que fue verdad. Pero lo veo como su deseo de hacer algo distinto y sacar los pies del tiesto, de ir a lo prohibido.

- Fue una mujer muy autocrítica con todos sus escritos, ¿por qué esa inseguridad?

-Tenía un sentimiento de inferioridad tremendo, porque las mujeres de entonces no estudiaban nada. Se metía en camisas de once varas a escribir cosas complicadas, y claro, veía que le faltaba una base.

- También era muy católica. A pesar de ser feminista, apoyaba a la Iglesia, que quería preservar el limitado rol de la mujer, ¿no era una contradicción?

-Vivió pensando en la otra vida pero disfrutando de esta. O sea, que ella muy católica, y sin embargo hizo lo que le dio la gana. Se decía: "Voy a hacer esto. A la Iglesia no le gusta, pero lo voy a hacer de manera que antes de hacerlo ya le esté pidiendo perdón'. Entonces escribía la biografía de San Francisco de Asís y luego ¡ala! una de sus novelas tremendas. Hacía esas cosas.

- En su lucha por la igualdad, pr esentó su candidatura a la Real Academia, pero la rechazaron, ¿no se lo esperaba?

-Sí, pero tenía que hacerlo para abrir camino y para que quedara constancia de por qué la rechazaban. Y los motivos por los que no pudo entrar eran para morirse de risa. Le dijeron que las infraestructuras no estaban previstas para mujeres, que los señores no iban a poder contar chistes picantes y que en vez de estar pensando en lo que tenían que pensar, iban a estar esperando a que alguna se le viesen los tobillos.

- No consiguió la silla, pero sí muchas otras cosas, como ser la primera mujer en presidir la sección de literatura del Ateneo de Madrid, ¿cuál diría que fue su mayor logro?

-Yo lo tengo muy claro. Lo más importante que consiguió fue hacer lo que quiso, ser dueña de su destino. Ese fue su mayor logro.