Extraordinario concierto que fue precedido por unas palabras de López Cobos. En primer lugar, habló sobre el veinticinco aniversario de la Sinfónica, acerca de su entrañable relación con ella desde el año 2000 y, en fin, formuló votos para que llegue a disponer de un auditorio digno de su categoría artística que va más allá de nuestras fronteras. A continuación, identificó, incluso con ejemplos, los ocho temas de que consta la obra; un material muy reducido para una sinfonía grandiosa por su concepción misma (la escalada de una alta cumbre), por sus dimensiones (casi una hora) y por el número de instrumentistas (unos 135, en total). La versión, impresionante. López Cobos, verdadero experto en Richard Strauss, demostró su perfecto conocimiento de la monumental partitura al explicar en profundidad su entramado temático y al dirigirla de memoria. Tras guardar unos maravillosos segundos de silencio, clamorosos aplausos, reiteradas expresiones de entusiasmo coronaron una versión inolvidable de la obra. La escuchamos a esta orquesta por segunda vez; la primera, a cargo de Víctor Pablo hace diez años, tuvo también la colaboración de la Orquesta Joven y fue asimismo un enorme éxito. En la primera parte, las ovaciones y los bravos sonaron para el clarinetista principal de la Sinfónica, Juan Ferrer; tocó el primer concierto de Weber de esa asombrosa manera a que nos tiene acostumbrados. Ferrer es un gran músico y una persona muy querida por todos cuantos le conocen. Como bis, tocó, junto con la Orquesta, una pieza de notable virtuosismo del húngaro Bela Kovacs.