El arte brasileño se encontraba ayer con el de Galicia en la Galería Vilaseco. Como parte del proyecto cultural 12miradas::Riverside, Cusco Rebel (Alexandre Cravo), Leiga (Jack Neto) y Shock Maravilha (Elton Luis), tres grafiteros de Río Grande y Sao Paulo, protagonizaban la pasada tarde una mesa redonda dirigida a compartir impresiones sobre su experiencia en el arte urbano con otros dos referentes del panorama artístico gallego: Michael Straight y Pilar Alonso. Además de participar en la charla, englobada bajo el título de Confluencias, los brasileños inauguraban Beyond the graffiti, una exposición de 12 piezas abierta hasta el día 31 con la que persiguen "homenajear el Street Art de Sao Paulo" y mostrar "el trabajo que la gente vive y hace en sus calles".

"Nuestro lenguaje, nuestro estilo y el modo en el que allí se pinta es muy diferente al del resto del mundo", asegura Leiga, al que secunda Cusco Rebel: "El espray es muy caro, así que el artista buscó otras herramientas, como la pintura acrílica. Esa mezcla de materiales es una característica muy fuerte del grafiti de allá".

La ciudad de Sao Paulo, conocida como la capital mundial del grafiti, ha llevado a estos creativos a conocer un arte del que ahora viven y en el que se han consolidado como miembros del Art Street, todo un movimiento de la cultura brasileña. La customización, el diseño de interiores, la ilustración o el trabajo directo con grandes marcas como Converse o Harley Davidson son ahora su medio de vida, en el que dicen emplear "el lenguaje del grafiti a través de plataformas diferentes". "Yo no vivo del grafiti, vivo del arte", explica Shock Maravilha. "El grafiti no es una profesión, sino una cosa que sucede de la puerta de mi casa para fuera, sin compromiso financiero ni estético", apunta.

Junto a la libertad, los grafiteros, que no han abandonado la pasión de pintar en las calles, destacan el valor comunicativo y democratizador de esta clase de pinturas. "El papel del grafiti no es solo cultural, es también social. Posibilita dialogar con la gente, y permite hablar a las personas. San Paulo no proporciona oportunidades a la periferia, pero el grafiti sí les da arte", dice Maravilha.

Un arte que, dicen, se encuentra en peligro. Según los artistas, los procesos de borrado y las elevadas multas están apagando el museo callejero de la ciudad, que posee más de 1.500 kilómetros cuadrados de paredes cubiertas de murales.

"Se está pasando por encima de nuestra cultura, el grafiti se trata como un crimen", asegura Leiga, mientras narra el reciente borrado del "mayor mural de América Latina", de 4 kilómetros y medio. Y Maravilha continúa: "si una persona pinta sin autorización, la multa es de cinco salarios mínimos. El 60% de los brasileños ganan uno solo de esos salarios, ¿cómo van a pagar 5? Es un concepto elitista que motiva dejar de pintar. Y una vez que paras, ya no vuelves", sentencia.