Alejandro Sanz, director académico de la Orquesta Joven, pronunció unas palabras preliminares para dedicar el concierto al querido maestro italiano recientemente fallecido. Una ovación impresionante rubricó sus palabras. Estaba previsto que Alberto Zedda dirigiese este concierto. José Trigueros, que iba a ser su director asistente, explicó por qué empuñaba él la batuta. La herencia de quien tanto quiso a nuestra ciudad y que tan querido fue por los coruñeses, pareció inspirar una vez más a este puñado de jóvenes que él, con sabiduría y experiencia, fue capaz de convertir en una gran orquesta sinfónica. Versión más que estimable de la Obertura Académica, de Brahms (obra muy querida por el maestro, que la dirigió en otra ocasión) y también la del concierto de trompa, donde además actuó un excepcional trompista vivariense, Nicolás Gómez Naval. Su versión del concierto, asombrosa; la perfección y la belleza del sonido que el joven intérprete (26 años) obtiene del difícil y noble instrumento le valieron una enorme aclamación. A la que correspondió con un bis: España, para trompa sola, del compositor petersburgués, Vitaly Bujanovsky (1928-1993); una partitura incoherente, de inflexiones arábigas, en la que resulta difícil reconocer a nuestro país y que, dadas sus dificultades de carácter virtuoso, será más bien pieza obligada para concurso de trompa. Eso sí: Nicolás vence todas las dificultades, que son muchas. Lectura extraordinaria de la Novena, de Shostakovich. El público, asombrado y cautivado, aclamó a la orquesta.