Hacía más de dos décadas que no exponía en A Coruña, pero ha regresado con sus mejores obras. José María Barreiro, pintor y escultor de Forcarei, exhibe desde el pasado 28 de abril en el Palacio de María Pita 17 de las cientos de pinturas realizadas desde el año 2000 hasta la actualidad. Los cuadros, inspirados en su entorno y englobados bajo el título Barreiro, el color y el espacio, forman parte de la colección privada del propio autor, y representan, según dice, su trayectoria profesional y su identidad como artista. "A lo largo del tiempo, he ido retirando una serie de obras de las exposiciones que iba haciendo. Estas son las pinturas que quería guardar para mí, las que más me gustan", explica Barreiro.

Las escenas que muestra en sus piezas, de mediano formato, son las clásicas de su trabajo como pintor. Junto a paisajes de Vigo y Santiago, o los que observa a través de la ventana de su casa en Bueu, se encuentran motivos en él tradicionales, como la música, una pasión que ha tenido toda la vida: "El mundo de la música tiene mucho que ver conmigo. Toco el piano, la guitarra, el violín... También he hecho mis canciones y hasta he grabado un disco", comenta.

Otro elemento que siempre le ha acompañado es la admiración por Velázquez. Entre las piezas exhibidas, Barreiro destaca seis relacionadas con el pintor sevillano, en las que muestra su fascinación por el artista mediante la realización de su propia versión de Las Meninas. "Es un cuadro que me emociona. Sus luces, sus espacios, esa puerta al fondo... Ha llevado a muchos artista a expresarse a través de él, y yo también he querido hacerlo", dice.

A la hora de plasmarlas utilizó el color, la base de su pintura. Aunque reconoce que emplearlo es complicado, porque "un mal manejo puede estropear la obra", para Barreiro las tonalidades vivas han sido una constante, usándolas desde sus inicios en París. Allí comenzó, a los 21 años, compaginando un trabajo como decorador con sus estudios de pintura. La misma combinación la repitió más tarde en Buenos Aires, adonde acudió, previa sugerencia de Laxeiro, para exponer unas obras que acabarían vendiéndose en tan solo un día. Entremedias, cuenta, vivió con Lugrís, con el que ahora comparte A Coruña como escenario de exposición. "Él vivía en mi casa en Vigo. Pintábamos en el estudio, y llegamos a hacer varios trabajos juntos", afirma. No obstante, cuando regresó de Argentina, el coruñés ya estaba enfermo: "Volví en 1973, pero estaba malito y murió".

Después de aquello, Barreiro se instaló en su casa de Santa María de Cela. Desde allí observa ahora el mundo que se mueve a su alrededor, y también lo pinta: "Dibujo lo que me rodea y, si puedo plasmarlo en un lienzo, lo hago", asegura. Sin embargo, aunque se haya asentado, el artista sabe que sus obras siguen circulando por el extranjero, y que puede llegar a encontrarlas en los lugares más insospechados: "En el hotel Sheraton de El Cairo una amiga encontró un cuadro mío. También hay otro en el Vaticano. Benedicto XVI se lo llevó como regalo de la Xunta tras su visita a Santiago", relata.

El trayecto que ha acabado desembocando en tantos puntos del planeta es precisamente la esencia de su nueva muestra, con la que trata de sentar las bases para una exposición más amplia en el futuro: "Estas obras representan el camino que estoy recorriendo. Indican mi forma de ser y mi modo de vida, y creo que merecen la pena", concluye.