Habló de inventar amores y ahora lo hace de imaginar odios. El escritor José Ovejero, reconocido con galardones como el Premio Primavera o el Anagrama de Ensayo, sigue la estela de su libro La invención del amor con La seducción, su última novela, que presenta esta tarde a las 19.30 horas en Moito Conto. En la obra, un baile de máscaras y sugestiones, Ovejero da voz a Ariel, un escritor en crisis que se ve arrastrado por el hijo de un amigo, David, a una venganza que tendrá más de un objetivo insospechado.

- En La seducción sitúa por primera vez como protagonista a un escritor, ¿cómo ha sido escribir sobre su propio oficio?

-Un poco incómodo. Yo quería que fuera un escritor, y decidí ponerle más o menos mi edad, así que lo difícil era conseguir que no fuese yo. Pasé bastante tiempo buscando su tono y su carácter. En otros casos me alejo naturalmente del personaje, pero en esta ocasión fue difícil y tuve que hacer un esfuerzo.

- El resultado fue Ariel. No es usted, pero ¿se parecen en algo?

-Suelo decir que Ariel es una versión feroz de mí mismo. Él dice las cosas que manera más drástica, es más brutal y arrogante que yo? Pero en algunas cosas no estoy tan en desacuerdo con él. Así que hay una cierta familiaridad.

- Otra similitud es que ambos quieren vivir antes de escribir.

-Cierto. Coincido con Ariel en que creo que la literatura no debe ser un sucedáneo de la realidad. Por lo menos es mi plan de vida [se ríe]. Lo que quiero hacer es vivir, experimentar y que sea a partir de la experiencia de donde surja el hecho literario. Precisamente la crisis de Ariel tiene que ver con que se ha convertido en un escritor profesional que va de congreso en congreso y que no vive. Únicamente está en la literatura.

- Él cree que siguiendo a David puede vivir una experiencia que luego podrá contar. A usted le sucedió algo semejante con esta historia, nació de un hecho real.

-Exactamente, en Montevideo. Me contaron la historia de un joven al que habían pegado una paliza por error. Es un relato que, después de oírlo, se me quedó en la cabeza y acabó siendo el germen de La seducción.

- ¿Sus obras siempre nacen de la realidad?

-No siempre, pero en general sí. Y cuando no es así, como ocurre por ejemplo en La invención del amor, cuando empiezo a escribir recurro siempre a situaciones, personajes o contextos que sí he experimentado de alguna manera.

- Su obra se publicó como La seducción , pero inicialmente iba a llamarse La invención de la violencia , como una secuela de su libro La invención del amor . ¿Cuál es la relación entre ambas obras?

-Esta novela es una continuación de un tema que ya estaba en La invención del amor: el poder de la imaginación. En La invención del amor, es el poder de la imaginación para enamorarnos y construir una ficción que nos ayude a vivir. La seducción, en cambio, habla del poder de la imaginación para destruirnos. Cómo imaginamos al otro, cómo desarrollamos miedos hacia él? Y cómo, a partir de esa imaginación, nos volvemos violentos. En La seducción, el proceso que hace Ariel es ese. Sin tener una razón inmediata, empieza a construir una razón para la violencia.

- ¿El odio también es una invención entonces?

-Yo creo que en general sí. Hay una violencia legítima y necesaria en los individuos y las sociedades, pero el odio en realidad es una construcción. Construirte un enemigo es eliminar todos sus matices, todo aquello que te llevaría a comprenderlo, para odiarlo.

- ¿Por eso dice que vivimos en la ficción?

-Sí. Pienso que construimos ficciones para poder explicarnos el mundo y para poder relacionarnos con los demás. Ocultamos una parte de lo que somos, inventamos otra? Y no digo que estemos mintiendo, sino que uno no puede ser auténtico todo el rato. También para explicar a los demás necesitamos inventárnoslos un poco, imaginar cómo son a partir de una serie de rasgos. Es un elemento básico de la convivencia, y me interesa esa relación de la ficción en la realidad y la ficción en la literatura, que es una continuación de la primera.

- Usted suele jugar con esa imaginación en sus obras. Le gusta emplear finales abiertos.

-Es que creo que hay que conceder al lector el derecho a imaginar. La literatura es una forma de seducción para que el otro imagine y participe en esa representación adoptando su propio papel.

- En su libro habla de muchos tipos de seducciones, pero todas son en realidad una sugestión, ¿la seducción nunca es sincera?

-Es sincera cuando es evidente y el otro acepta ser seducido. No siempre tiene que ver con una mentira, sino también con una representación. En la seducción siempre hay una parte de teatro. Es como si fuese una obra en la que el actor no nos está mintiendo, porque sabemos que está actuando pero que, sin embargo, está representando. La seducción puede ser así: una representación para darnos aquello que necesitamos.

- Tras La seducción , ahora se prepara para publicar otras dos obras: un libro de cuentos y otro de poemas. ¿Qué van a encontrar en ellos sus lectores?

-Espero que sorpresa. Los cuentos son muy distintos a los que había escrito hasta el momento. Y respecto al libro de poemas... Creo que es el mejor que he escrito hasta ahora, y tiene además un planteamiento completamente novedoso. Espero que el lector se sorprenda, pero también que encuentre algo que le interese de verdad, porque la sorpresa es algo que se acaba enseguida.