Símbolos escondidos, playas desaparecidas y homenajes ocultos. Las obras de Lugrís, expuestas desde finales de marzo en Afundación bajo el nombre de Lugrís, paredes soñadas, encierran más de un secreto que el visitante, a simple vista, puede no percibir. Algunos tienen que ver con el lugar para el que fueron creadas las pinturas. Otros, con el sitio en el que acabaron. Pero si algo tienen en común es que todos son historias, memorias que, a pesar del tiempo, los cuadros insisten en recordar.

El primer suceso que relatan es una despedida. Tuvo lugar en 1961, cuando Paula Vadillo, la mujer del pintor surrealista, fallecía de cáncer, sumiendo a Lugrís en una profunda depresión. Años más tarde, y por un encargo pensado para ocultar la entrada de un baño, el artista creaba su Cerre Caput Castellae, una sencilla puerta de madera por la que se asoma un paisaje castellano. "Está dedicado a su mujer, que era de Castilla", explica el comisario de la exposición, Rubén Ventureira, señalando el In memoriam escrito en la esquina derecha del cuadro.

No fue la única que el artista hizo en su honor. En el camarote lleno de objetos de su Anticuario del puerto, realizado en 1946, Lugrís bautizaba la figura del barco que aparece en la parte superior con su nombre, convirtiéndolo en el Santa Paula. También usó el suyo para denominar otros elementos: "Hay un cuadro, Romería gallega en 1830, en el que pone U.L.G en un edificio al fondo", dice Ventureira. "Son las siglas de Urbano Lugrís González, una pintura que firma dos veces", añade.

Pero no todo son inscripciones ocultas. Las pinturas del coruñés también esconden detalles que algún día existieron, como la antigua playa de O Parrote de Muralla y el reloj, ubicado en su momento en el mural completo del artista, que se asoma ahora en la fotografía de Alberto Martí Murales de planta baixa do Banco Hispano-Suízo. Tampoco está ya el Lago que adornaba el pergamino, hoy en blanco, de Galicia. En la rosa de los vientos del mapa dibujado por Lugrís, se encontraba el nombre de la que entonces era la tienda de electrodomésticos más importante de la ciudad, Jesús Lago y Lago, que albergaba la pintura, encontrada luego en un contenedor de Marqués de Amboage. Allí, en la basura, han acabado varias de las piezas del artista, como el Peixe y Ancora. Obras que, a pesar de su final, mantienen el vínculo con el lugar para el que fueron creadas.

"Esta está en el Parlamento de Galicia, que desconocía su origen", comenta el comisario, en referencia a los cuatro paneles que componen Paisaje metafísico. "Luego vino un experto, y descubrió que había pertenecido a la tienda infantil La Canastilla. Eso explica el que fue uno de los mayores misterios de la obra: la pintura del caballete, en la que Moisés es abandonado en las aguas dentro de una cesta", aclara.

En cuanto a escenas religiosas, no obstante, la mejor anécdota la tiene una serie: el conjunto formado por Descanso en la huida de Egipto, Símbolo del bautismo en el río Jordán y El calvario con Cristo en la cruz. Las encargó un cura de Vilaboa, sobre el que se cuenta que, tras meterle prisa a Lugrís para que las terminara, recibió la siguiente respuesta del artista: "Si pintar fuese tan fácil como dar misa -dijo Lugrís- ya las habría acabado".