Comenzó como una obra puntual, pero ha acabado convirtiéndose en un cuarto de siglo de representaciones. El grupo de actores aficionado Sal-Monela Teatro celebra estos días sus 25 años de actividad con el estreno de la comedia de José López Rubio La otra orilla, que escenificarán hoy por segunda vez esta semana en el Fórum Metropolitano. A partir de las 20.30 horas y bajo la dirección del único de los miembros originales de la formación que continúa trabajando actualmente con el conjunto, Modesto Gómez, los intérpretes de la agrupación bailarán sobre esa línea entre la vida y la muerte que el dramaturgo granadino articula en su historia, una farsa en tres actos con la que Sal-Monela se desvía de la propuesta habitual de sus exhibiciones.

"Es una representación diferente a lo que solemos hacer, este año la obra se basa más en la interpretación de los actores", explica Gómez, que define su apuesta como "un experimento" en el que se alejan, aunque sin soltarla, de la comicidad que acostumbran ofrecer al público. "Trata sobre la otra orilla de la vida, la muerte, pero tiene destellos de humor negro", comenta.

A pesar de que su pilar central no sea hacer reír, el director de la pieza y del propio grupo asegura que tuvo buenas razones para escogerla. Su belleza y la atmósfera que construye son dos de los motivos por los que Gómez ha terminado decantándose precisamente por la obra de Rubio para el festejo de las bodas de plata de la formación. "Es preciosa. La leí y pensé: 'Esta obra es para dejar de ser tú, para meterte en otro ambiente y olvidarte del mundo", asegura.

Según el director, poder subirla esta tarde a escena ha significado mucho esfuerzo. Los actores han trabajado la "concentración plena" que la pieza exige sobre las tablas durante alrededor de seis meses de ensayos, a los que han precedido diversas modificaciones en el texto. "Había muchas partes que no se entenderían a día de hoy", explica Gómez, en referencia especialmente a los dichos y expresiones populares que se empleaban en la década de los 50, cuando se estrenó esta obra.

Estas variaciones, sin embargo, no supondrán un inconveniente. A lo largo de la hora y media que dura la obra, el director asegura que los espectadores olvidarán "sus problemas y los del mundo", y "se entretendrán" con los actores. Se trata de un propósito que Sal-Monela Teatro lleva defendiendo desde su primer proyecto en 1992, en el que emplearon el escenario de La Grande Obra de Atocha para representar Una noche de primavera sin sueño. "Empezamos como un grupo de amigos del trabajo al que se les ocurrió hacer una obra. Como salió tan bien, hicimos otra, y así hasta hoy", cuenta Gómez, que "nunca" pensó que llegarían "a los 25 años".

En ellos, la compañía ha pasado "por buenas y malas etapas", y ha afrontado retos importantes. El director de la compañía menciona El tintero y Oportunidad bonito chalé familiar como las obras más complicadas a las que el grupo se ha enfrentado en estas dos décadas, pero de las que, no obstante, ha logrado salir airoso. "En El tintero, leí la primera página y dije: 'Esto no lo hago'. Pero luego quedó bien", reconoce Gómez, indicando luego que la dificultad de la obra de Juan José A. Millán, la primera que dirigió, se debía a la coordinación que demandaba. "En el escenario había cuatro entradas, y cada vez que entraba un actor por una, salía otro por la otra. Era muy dinámico", añade.

Hoy, dice, Sal-Monela se encuentra en una "época dorada". A ella llegaron gracias a todos aquellos productores, regidores y escenógrafos que, aunque "no reciben nunca el aplauso", han sido tan "esenciales" como el resto de miembros que alguna vez han formado parte de la compañía, y que Gómez espera que llenen estos días la sala. A estos antiguos integrantes les dedicará el grupo una recepción en septiembre, mientras espera, mirando al futuro, la incorporación de sangre nueva en sus filas: "Vamos mayorcitos y estamos deseando que venga gente joven. Sal-Monela Teatro siempre ha abierto y abrirá la puerta a quien quiera participar", concluye.