Final feliz para una temporada que ha tenido momentos muy brillantes entre los cuales hay que incluir este concierto de clausura. Y también final feliz para el trombonista Petur Ericsson porque se ha jubilado y jubilación viene sin duda de júbilo. Eso sí: la OSG pierde a un profesional ejemplar, un músico de muy alto nivel. No siempre me ha gustado la técnica rectora del director italiano, Carlo Rizzi, aunque en todo caso he reconocido su destacada profesionalidad; si en ocasiones me ha parecido poco inspirado, nunca he dejado de reconocer que con él las cosas han estado en su sitio. Pero, en este caso, con este precioso y difícil programa, ha dado lo mejor de sí mismo. Y la orquesta (que lo aplaudió), ha dado también lo mejor de sí misma: soberbia, como en sus mejores días. En todas las intervenciones de carácter individual y a nivel colectivo. La opulenta orquestación de Las fuentes de Roma, de Respighi, halló fiel traducción en una lectura esplendorosa y precisa de la OSG. En la suite de Bartok, pudimos apreciar toda la fuerza y el salvajismo de una partitura con violentos contrastes y sobre todo con fortísimos atronadores; pero siempre sin la menor distorsión. Y, aunque no quisiera ser injusto con las versiones de otras batutas que han dirigido también la espléndida Quinta, de Shostakovich (espléndida, a pesar de que cuenta con detractores muy cualificados), creo sinceramente que ésta ha sido la mejor versión que le he escuchado a la Sinfónica. Tan clara y precisa que me atrevería a calificarla como didáctica, ya que Rizzi y la orquesta nos la hicieron entender en toda su profunda dimensión. Magnífico cierre de la temporada.