Nacen como los trazos inconscientes que dibujamos cuando estamos distraídos, y mutan con poliestireno, lienzos y botes de pintura hasta convertirse en arte. Las abstracciones de Lucía López, que la coruñesa define como "caligrafismos mentales", exhiben sus colores en la Galería Arte Imagen (Ramón y Cajal, 5), donde la artista inauguró la pasada semana su muestra Automatismos voluntarios. En la exposición, compuesta por alrededor de 30 piezas realizadas con materiales como el poliespán, la madera y el papel, López comienza un camino artístico entre la escultura y la pintura, jugando con las posibilidades que le abre la inclusión de la tridimensionalidad en sus obras.

"Las llamo mis bichos, porque están como vivas. La gente ve caras y cuerpos humanos en ellas", cuenta la pintora, que hace cuatro años se limitaba al arte figurativo. "Era una pintura que sufría mucho. Quería realizar abstracciones, pero no sabía cómo", añade.

El modo lo encontró en sus grafismos, unos dibujos automáticos que después equilibra con colores y texturas, y en los que recientemente ha comenzado a jugar con el plano del volumen. Es el caso de la conocida como El ancla, una de las obras destacadas por López, que estará hasta el 30 de julio colgando del techo de la galería. Junto a ella, lienzos y acrílicos sobre papel se distribuyen a lo largo del local, incluyendo entre ellas dos piezas singulares: un dibujo realizado con rotuladores permanentes, que la coruñesa expuso en su muestra Dibujos al margen, y una rueda de madera destinada a la construcción de barcos, y que la artista define como su "autorretrato". "Es mi álter ego. Le puse una máscara, pero lo que importa es lo que está alrededor. El retrato de alguien es su obra", dice.