Del trayecto que Nacho Romero solía hacer, ya apenas queda nada. Solo unos cuantos edificios abandonados, recintos al borde de la ruina sin puertas ni ventanas que un día fueron punto de encuentros y despedidas, pero que ya pocos se molestan en recordar. Se trata del antiguo recorrido ferroviario entre A Coruña y Ourense, una ruta antes unida por estaciones e infraestructuras en plena actividad, que la llegada de las vías de alta velocidad dejó en desuso. Su deterioro, y su transformación en construcciones fantasma, es lo que el fotógrafo y docente de la Escola de Imaxe e Son insiste ahora y desde hace años en retratar, capturando los escombros del itinerario de su juventud en 16 instantáneas que permanecerán expuestas hasta finales de agosto en Monty Ambigú (plaza del Papagayo, 2) bajo el título de Vías de extinción.

"Se llama así porque son vías de ferrocarril que comenzaron a extinguirse entre 2009 y 2010, cuando empezaron a hacerse las líneas del AVE. Eso supuso que se desviaran las líneas de tren de muchas estaciones pequeñas, que quedaron abandonadas", cuenta Romero. Aunque la situación ocurrió en toda Galicia, el fotógrafo escogió el tramo A Coruña-Ourense por nostalgia. Vivió entre ambas ciudades durante 40 años, viajando de una a la otra por vías "que ahora se come la vegetación". "Es donde se ha desarrollado mi trayectoria vital. Cuando empezaron a cambiar las líneas, me dio mucha pena ver cómo desaparecían los sitios por los que había pasado tantas veces".

La serie que actualmente expone, solo una parte de las imágenes que ha conseguido en los últimos seis años, es el fruto de lo que Romero define como "un recorrido inverso". El fotógrafo ha desandado el camino que lo llevó desde su Ourense natal hasta A Coruña, parando en puntos como la estación de Queixas para inmortalizar el efecto del paso del tiempo en este tipo edificaciones, que ha dividido en tres bloques de fotografías: construcciones principales, formadas por los recintos centrales de las estaciones; almacenes e interiores. Todas están realizadas con el mismo estilo: blanco y negro y gran formato. Sin embargo, entre ellas Romero destaca la imagen que ilustra el cartel de su muestra, un almacén de Arousa, cuyo ángulo y distancia capta con claridad la melancolía de la exposición. "Esta clase de trabajos funcionan mejor en conjunto, pero esa fotografía da una sensación de soledad especial", afirma el fotógrafo, asegurando que su serie "aún está incompleta".

Retratos y pequeñas grabaciones de las personas con las que se encuentra en las estaciones cerrarían este proyecto documental, que pretende "dejar constancia en el tiempo" del estado de los espacios que fotografía. Unos edificios que el ourensano espera que tengan una segunda oportunidad. "En algunos casos se han establecido convenios con el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias para convertirlos en restaurantes y locales sociales y poder así mantener las estructuras", dice Romero. "La otra opción es abandonarlos, y que acaben derruyéndose", concluye.