Más de sesenta guiones y una Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes conforman el bagaje que Juan Antonio Porto compartirá en Todo o que sei. El seminario, que se desarrollará hasta este viernes en la Fundación Luis Seoane, permitirá a los noveles del mundo cinematográfico conocer la experiencia que el guionista coruñés adquirió durante su larga trayectoria, en la que trabajó en filmes como El bosque del lobo y La casa sin fronteras.

- ¿Cuáles son las claves para crear un guion?

-En principio creo que hay que tener el depósito lleno. Tener ideas y ser aficionado al cine, pero siéndolo porque se aman cosas mucho más importantes, como la humanidad. También hay que vivir mucho, como yo, que soy octogenario.

- Pero los jóvenes no han vivido tanto, ¿cómo deben enfrentarse ellos a un guion?

-Leyendo, viajando, estudiando y fijándose. Hay gente que no se fija en lo que tiene alrededor. Ni ven, ni oyen, y esto es fundamental, porque los guionistas somos espectadores de la vida. Ellos tienen que ser espectadores perspicaces y curiosos, ver la otra cara de la luna.

- Usted les ayudará analizando a los clásicos?

-Sí, porque el clásico es el que permanece y sigue asombrando. A mí los que más me gustan son Hitchcock y John Ford, el cine americano, que creo que es como es el cine. Ahora se está europeizando, pero recuerdo cuando no tenía nada que ver con el nuestro.

- ¿En qué se diferenciaban?

-El ritmo es distinto. En el cine americano, a los cinco minutos los problemas que tenían los protagonistas ya eran nuestros problemas. En cambio hoy, en el cine europeo, cuando llevas una hora piensas que eso todavía está empezando. Cuando se inventó el cine aquí, dijeron que las películas las hiciera Jacinto Benavente, que ponía la cámara en el patio de butacas y los actores en el escenario. En Estados Unidos no había Benavente porque todas las artes nacieron al mismo tiempo, así que le dieron las películas a John Ford, que ponía en medio de las praderas del oeste para hacer western.

- ¿Ha cambiado mucho el cine desde sus inicios en los 70?

-Muchísimo. Recuerdo cuando en A Coruña había veintitantas salas. Yo hacía novillos y veía dos de Hitchcock, dos de John Ford? Y pensé que iba a ser siempre igual, pero estos titanes murieron, y los que vienen no son como ellos. A ver si surgen, pero nosotros tuvimos un siglo de oro. Ahora tenemos que esperar a que venga otro.

- En su carrera trabajó mucho los thrillers . ¿Cómo se tratan ahora?

-Me parece que está inédito el miedo del asesino. El asesino acechando y muerto de miedo.

- Como su Benito en El bosque del lobo .

-Ese fue el primer trabajo que me dio cierto nombre. Es un filme que estaba basado en el caso de Manuel Blanco Romasanta.

- ¿Es fácil hacer empatizar al público con un asesino?

-Sí, pero los asesinos dan miedo, sobre todo cuando no tienen un motivo, si es que hay alguno para matar. A Romasanta si lo descubrieron en parte fue porque él se entregó. Empezó a dejar pistas para ver si lo prendían de una vez y se acababa con algo que le daba mucho miedo, entre otras porque era muy creyente.

- ¿Qué errores cometen los guionistas noveles?

-Pienso que se ponen a escribir sin haber pensado lo que van a decir. Algo muy importante en los escritores es la gestación. Al principio no sabes cómo son los personajes, ni qué cara tienen o qué estatura? No sabes nada, pero al convivir con ellos empiezan a tener fisonomía, un tono de voz y muletillas al hablar. Eso requiere un tiempo, pero los jóvenes se ponen mañana a escribir. Y no, mañana no sabes lo que hay que escribir.

- ¿Cómo trabajaba usted?

-Yo no he trabajo en mi vida. Trabajo viene del latín, y se refiere a los tres pies de un instrumento de tortura. Es una penalidad, y por eso digo que yo no he trabajado nunca. Yo me he ganado la vida con lo que me gusta. Cuando escribía por la noche, hacía una pausa, encendía un pitillo y pensaba "y encima me pagan". Me lo he pasado en grande, pero no lo regalan. Eso también se lo voy a decir a los chicos.