Hacía ya algún tiempo que Pablo González no se ponía al frente de la OSG. Y la verdad es que en estos años, el director asturiano ha madurado. Su técnica rectora se ha vuelto más sobria y flexible; y, al mismo tiempo, la actitud del director sobre el podio tiene mayor serenidad y equilibrio. En la actualidad, logra con gestos mesurados lo que otrora conseguía con una gesticulación nerviosa y a menudo excesiva. Realizó una espléndida versión de la obra de Octavio Vázquez, dedicando una especial atención a valorar los temas emergentes y los distintos juegos tímbricos en los que es tan rica esta obra que tengo para mí como lo mejor que he escuchado del compositor gallego. Vázquez no se hallaba presente en la sala, por lo que no hubo los habituales saludos del creador desde el palco escénico. Iván Marín, clarinete de la OSG interpretó el insulso y difícil concierto de Nielsen. El intérprete estuvo soberbio consiguiendo del instrumento solista colores y volúmenes de gran belleza mediante un fraseo exquisito. Ofreció un singular bis: un Tango que se supone argentino, aunque no se identifica como tal. Nuestra Sinfónica tiene la fortuna de contar con tres clarinetistas que son un verdadero lujo: Ferrer, Marín y Anguera. Pues, por muchos años. Completó la segunda parte, esa obra asombrosa de Musorgski, Cuadros de una exposición, en la magnífica orquestación de Ravel. La lectura de Pablo González, me pareció interesante: he escuchado cosas que no se suelen oír y, en términos generales, prescindiendo de algún error puntual poco significativo, la versión resultó brillante y de bella sonoridad.