Cuando un director de dilatada experiencia y excelente oficio, como Inbal, se pone al frente de la Sinfónica de Galicia, siempre se nota de manera muy positiva. La Suite nº 2, de Stravinsky, fue un prodigio de perfección, de equilibrio instrumental, y de radiante claridad en la exposición de las líneas sonoras. Entre las versiones que conozco de esta notable partitura, ésta es sin duda la mejor. Fue muy bella la lectura del concierto de Mozart.

La pianista rusa, Varvara, toca con exquisito refinamiento y limpia digitación; resolvió con sencillez y elegancia las difíciles cadenzas de los movimientos extremos. Y agradeció los aplausos del público con una maravillosa interpretación del sexto preludio del segundo libro, de Claude Debussy: General Lavine eccentric. Por su parte, Inbal reguló a la perfección el volumen de la orquesta, de manera que nunca ahogase la voz de la solista. Por mencionar tan sólo un momento mágico: el pianísimo obtenido de los arcos hacia el final, como un hermoso rumor de fondo.

En la Sinfonía de Dvorak, el director israelí planteó una versión de grandes contrastes y espectaculares sonoridades, especialmente en los movimientos tercero y cuarto; sin embargo, fue donde aparecieron ciertos problemas en la disposición de los planos sonoros por algunos excesos de volumen de los metales graves en detrimento de la sonoridad de los arcos.

En mi criterio, el movimiento mas bello fue el segundo, donde la batuta obtuvo unos bellísimos claroscuros mediante la reiterada utilización de los reguladores de la intensidad. David Villa Escribano tuvo una actuación memorable con el corno inglés. El público manifestó un enorme entusiasmo e Inbal dio claras muestras de mostrarse muy satisfecho con la orquesta.