La música disco más emblemática de la historia y un vestuario de Óscar compuesto por cientos de trajes y pelucas se unen la próxima semana en la conocida como fiesta de las fiestas. Priscilla, reina del desierto, el musical basado en la película homónima, estará de jueves a domingo en el Palacio de la ÓperaPalacio de la Ópera, donde contará con la puesta en escena original con la que fue estrenado en Londres y con un elenco de la talla de artistas como el coruñés Armando Pita.

- Desde Raoul en El Fantasma de la Ópera , pasando por Lumière en la Bella y la Bestia o más recientemente el Maestro de Ceremonias en Cabaret , ¿qué representa en esa lista de personajes el que traerá a la ciudad la próxima semana?

-Después de todos los personajes que he tenido la oportunidad de hacer en musicales, se puede decir que una mujer es algo que me quedaba por hacer. Es lo más opuesto que puede encontrar un actor para interpretar, y aún se riza más el rizo, porque es una mujer que ha nacido en un cuerpo de hombre. Para mí es un reto poder interpretarlo sin caer en la caricatura.

- ¿Ese es el mayor riesgo?

-Claro. Los personajes se tratan siempre desde la ternura y el sentido del humor, pero es verdad que hay una delgada línea que hay que respetar para no hacer un esperpento. De hecho, se puede decir que es un musical que intenta ser comprometido. El público empatiza desde el primer minuto y no solo es un público gay o moderno. Yo fui el primer sorprendido cuando pude comprobar la larga lista de tipos de espectadores que podemos tener y lo bien que se lo pasan.

- Dijo en una ocasión que tuvo prejuicios a la hora de incorporarse al musical.

-Sí, es verdad. Fue por ese miedo actoral de no saber si vas a ser capaz de hacer a una mujer. Aunque tú sabes que tienes unas herramientas como actor después del tiempo que llevas trabajando en musicales y los personajes que has abordado, tienes ese prejuicio de si te encasillarán o se te criticará? Pero bueno, eso realmente puede pasar con cualquier personaje. Yo tenía ese prejuicio solventado desde el minuto uno que hice la primera función en Bilbao, donde pude comprobar que el público es muy comprensivo.

- Se incorporó en la segunda parte de la gira, ¿cómo ha recogido el testigo?

-Me incorporé en agosto, cuando el musical ya tenía un recorrido importante. Al principio iba con ese miedo de que quisieran algo determinado de otros actores que son totalmente diferentes a mí y que yo no iba a poder dar. Pero el musical está muy bien construido. Te da la libertad como actor de no tener que copiar a nadie. Yo investigué mi lado más femenino, me vi caracterizado con los tacones y las pelucas y dejé fluir la imaginación.

- Para la transformación se ayuda de un vestuario que ha ganado un Óscar. 500 trajes, más de 200 pelucas... Y solo 15 segundos para cambiarse entre escenas. ¿Recuerda alguna otra producción que le resultara tan exigente como esta?

-No, para nada [se ríe]. Y mira que he estado en producciones muy exigentes, como La Bella y la Bestia. Los musicales de Disney son muy complicados en cuanto a vestuario y atrezzo, pero esto lo supera, es una locura. 500 pelucas, miles de zapatos, cambios vertiginosos entre cajas para poder llegar a la siguiente escena? Eso se traduce en un ritmo frenético. Nosotros lo vemos con cierta naturalidad porque lo hacemos todos los días y está coreografiado, pero, aparte de todo lo que hay en el suelo, tenemos a tres divas que están volando constantemente sobre nuestras cabezas. Somos 40 en el escenario, y entre cajas los mismos o más.

- ¿Qué relación tiene la película con la representación que se va a ver en el Palacio?

-Es el mismo guion y el mismo viaje por el desierto. Lo acertado de la adaptación de teatro es que es mucho más colorista a nivel vestuario y escenografía. Es muy difícil a veces llevar una película a escena y que mantenga la esencia, y la propuesta que han hecho con Priscilla creo que es muy acertada, porque es muy visual desde el principio. La gente está viendo purpurina, plumas, el autobús en el escenario? El musical tiene todos los ingredientes para ser la fiesta de las fiestas.

- Una fiesta con un trasfondo bastante más serio.

-Sí. Por eso digo que está bien escrito, porque algo que a priori puede ser a lo mejor un tema difícil de exponer -que cada vez quiero pensar que lo es menos- está tan bien servido en la función, que el público lo entiende y lo comparte desde el principio. Los prejuicios y las tonterías se quedan a un lado. Se convierte en un musical que habla de la aceptación de uno mismo.

- En Cabaret sucedía algo similar, la fiesta se combinaba con una reflexión importante. ¿Cómo se conjuga esta dualidad?

-Es una manera bonita de abordar estos temas. En Cabaret hablas de un episodio histórico real y catastrófico, y es una forma de recordarlo. Para mí, el final de esa obra era como un homenaje personal a todas las víctimas que murieron en esa época. Realmente te emociona tener esa responsabilidad.

- Consiste también en ser un actor camaleónico, ¿esa es la clave para estar, como usted, 20 años sobre el escenario?

-Sí. La clave también es trabajar y ser comprometido con tu profesión, además de sentir pasión por ella. Yo siempre me he considerado un artesano del teatro.

- ¿Cómo ve ese cóctel en las nuevas generaciones de artistas?

-Creo que bien, porque el tiempo va poniendo las cosas en su sitio. Quizás el talento es algo innato, pero no se desarrolla si no hay disciplina. Si vas perdiendo cualquiera de esos tres factores? No llegas a buen puerto.