Conciertos infantiles, cuentacuentos y piezas teatrales. La oferta cultural coruñesa se ve estos días llena de propuestas para los más pequeños de la casa, que descubren el mundo junto a sus padres en las salas de la ciudad. El público de la primera infancia, más difícil que el de los adultos que lo acompañan, exige una puesta en escena atractiva y un cambio en el enfoque de las líneas argumentales, con el que las compañías pelean por mantener la atención de esos curiosos espectadores que, hasta ahora, no ocupaban las butacas: los que todavía no han aprendido a hablar.

"Los bebés no tienen reglas de teatro. Con ellos nunca se sabe qué va a pasar, porque cada uno está en su mundo", afirma el director artístico de Katarsis, Kevin Stewart. La compañía, metida de lleno en el circuito de las obras para niños de hasta seis años, ofrecerá hoy en el centro Ágora, a las 11.30 y 13.00 horas, su nuevo espectáculo. Se trata de Bathtime, una pieza en la que se explora la hora del baño, y que el grupo ha creado como parte de una trilogía sobre situaciones cotidianas en la vida de los menores. "Empezamos con Pa Cama, sobre el momento de irse a dormir. Bathtime es un show sin palabras, una historia sencilla para los más pequeños", explica.

Precisamente esta simplicidad es, para Stewart, uno de los elementos imprescindibles a la hora de armar un espectáculo dentro de una red como Bebescena. Katarsis parte del juego a través de los cinco sentidos, de modo que los niños "puedan ver y sentir lo que está pasando en el escenario" por medio de elementos como la música, las formas y los colores. "Todo tiene que ser muy visual", coincide Alba Bermúdez, codirectora de Galeatro, que incorpora melodías y juegos en su representación.

Muiñada, la pieza de la compañía, también estará en escena esta mañana. Será en el Colón donde Bermúdez y Tone Martínez presenten a las 12.00 horas el mecanismo de los molinos de agua a los niños que, aunque en esta ocasión partan de los siete años, coinciden con los bebés en su intolerancia hacia las obras excesivamente largas. "Llega un momento en el que tienen que levantarse de la silla y moverse", dice Bermúdez, secundada por la directora de educación de Katarsis.

Carolina Ramos cifra en quince minutos el tiempo máximo de atención en la primera infancia, en la que el decorado y el argumento deben adaptarse también a la edad mental del espectador. El ambiente debe ser suave, para evitar que el niño se asuste, al igual que la historia, que pierde relevancia a favor de las emociones. "El niño pequeño no busca la línea dramática. Para ellos, la intriga de abrir una caja ya es un viaje", explica la educadora, que advierte de la necesidad de cambiar de escena con asiduidad para no perder el interés de los pequeños.

A partir de esos ingredientes, cada compañía tiene su modo de construir la obra. Galeatro parte de un proceso de creación con improvisaciones, mientras que Katarsis escoge acciones cotidianas y trata de explorar el juego dentro de ellas. "Queremos que descubran con nosotros cosas sencillas por primera vez", comenta Ramos, que asegura que crear para su público es, en muchas ocasiones, más difícil que hacer teatro para el adulto. "Es más complicado, porque nos hemos olvidado de sus códigos. A veces pensamos que no estaban atentos, y luego resulta que en casa han estado imitando lo que han visto", añade.

Proceso didáctico

Y es que ver y hacer teatro es ya, dicen las compañías, un proceso didáctico. El aprendizaje forma parte de la experiencia teatral, pero no debe convertirse, sin embargo, en el protagonista de la pieza. "Está bien llevarse algo de una obra, pero en Galeatro queremos que sea algo más. Intentamos que a través del juego y el baile vayan conociendo lo que queremos transmitir", explica Bermúdez, que valora de forma positiva las propuestas que se hacen hoy desde el teatro para este tipo de público.

Desde Katarsis también califican de "fenomenales" las piezas creadas en los últimos años, aunque se topan con defectos en las subestimación de los espectadores que las van a disfrutar. "A veces encontramos propuestas demasiado simplonas, o que van a la solución fácil del puro entretenimiento. Y los niños no son tontos. No hay que ser condescendientes", zanja Ramos.