Leonardo Padura regresa con un nuevo misterio en La transparencia del tiempo, la novena entrega de su serie sobre Mario Conde, en la que el detective se enfrenta a la desaparición de una reliquia religiosa, la Virgen de Regla. El autor cubano, Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015, presentó ayer su obra en la Fundación Seoane dentro del ciclo Somos lo que leemos, donde habló del deterioro de la isla que retrata y denuncia en sus piezas.

- Ha escrito muchos libros y de muchos géneros, pero siempre acaba regresando a Mario Conde, ¿por qué?

-Primero, porque me encanta la novela negra. Es un género que te coloca inmediatamente en el lado más oscuro de la sociedad, porque hay un crimen y una ruptura del orden. Y, en ella, Mario Conde regresa, ¿por qué? Porque me permite continuar ese empeño que he seguido estos años, de escribir una crónica de la vida cubana a través de sus ojos. Como todos sabemos, la verdad no es absoluta porque existen muchas verdades, pero la mentira sí es absoluta. En esta novela están mis verdades, pero no hay ninguna mentira sobre la realidad cubana.

- Este es el noveno caso que su detective resuelve, ¿lo jubilará algún día?

-Por ahora no. Se está poniendo viejo, pero no tengo la intención de abandonarlo. En Cuba hay una visión oficial de la realidad que está en los periódicos, y hay otras visiones que casi no tienen difusión. Yo creo que la visión de Conde es complementaria a la memoria de lo que ha ocurrido en Cuba.

- La suya es una visión muy crítica, ¿no sufre las repercusiones?

-En Cuba tengo los reconocimientos literarios que me he ido ganando en estos años, como el Premio Nacional de Literatura. Pero salgo muy poco en la prensa, casi nunca en la televisión, y las ediciones de mis libros circulan poco y mal. A veces, ni circulan.

- En esta novela, su detective se enfrenta a los años vividos, casi 60, con cierto recelo. Es solo una de las muchas reflexiones que lleva a cabo sobre el tiempo.

-Sí, aquí hay tres tiempos que se están cruzando constantemente. Está el tiempo vital del personaje, el tiempo cubano, y el tiempo histórico, que es el que recorre toda esa Virgen desde el siglo XIII hasta el presente. Esos tres tiempos están puestos en la novela a través de las circunstancias del hombre. Siempre se habla del hombre como sujeto de la historia, pero a mí me interesa ver al que es cambiado por los acontecimientos históricos.

- La Cuba que describe también ha sufrido esos cambios. ¿Cuáles ha experimentado la vida del cubano?

-En los años 89-90 se produce un quiebre en la evolución social cubana. Cae el muro de Berlín, desaparece la Unión Soviética, y Cuba se mantiene siendo un país socialista, pero se queda solo. No había comida, transportes, electricidad? No había nada. Los que nos quedamos en Cuba tenemos que desarrollar alternativas de supervivencia. Esos años de la crisis, que todavía no han terminado, han provocado un desgaste moral muy grande.

- ¿En qué sentido?

-Ves que las actitudes de las personas son diferentes a lo que eran antes de ese giro del 89. Se han producido otros cambios históricos, como la salida del poder de Fidel Castro, y los que Raúl ha introducido. Algunos pueden parecer insignificantes, pero en realidad son tan importantes como que un cubano pueda tener una línea de teléfono celular, la flexibilización de la policía migratoria o el surgimiento de una pequeña empresa privada que ha provocado que haya empezado a haber personas más favorecidas económicamente y muchas más personas desfavorecidas. En Cuba, en los 80, vivíamos del salario. El gobierno reconoce que hoy no se puede. El país necesita una cordura económica después de tantos años de crisis y recesión.

- ¿Hay expectativas de cambio tras la retirada de Raúl Castro?

-Va a haber un cambio, que a lo mejor es solo un cambio de nombre. Puede ser un cambio de política y conceptos económicos, pero de lo que se habla es de continuidad.

- Me hablaba antes de alternativas de supervivencia. Su novela comienza con el mercado negro, ¿es una realidad en la isla?

-El mercado en negro en Cuba es generalizado. La comida, la ropa, los electrodomésticos? se compran en el mercado negro. Una persona va a Panamá, compra un televisor que cuesta 600 dólares, lo trae a Cuba y se lo vende a otra en 1.200, porque en la tienda vale 2.000. Es una forma de organizar la sociedad cubana que se ha enraizado tanto por los conceptos económicos y la crisis que ha vivido Cuba.

- Muchos huyen de ella, se marchan. En su obra, Conde también se enfrenta al exilio de un amigo, ¿usted ha tenido que despedirse de muchos?

-De mucha gente. En los 60, cuando alguien se iba, casi se convertía en un velatorio, porque a esa persona quizá nunca la volvías a ver. Hasta hace ocho años existió la salida definitiva. Te ibas del país y perdías todos tus derechos ciudadanos. En los años más recientes, la migración se ha multiplicado. Mi generación es una generación desperdigada por el mundo, y lo peor es que son sus hijos los que más quieren irse. Muchas veces son los que tienen más nivel educacional, lo que significa un desangramiento de conocimiento y de inversión para el país.

- Hay un punto del libro en el que se pregunta si a nadie le importa esta situación.

-Hay muchas veces que me siento así. Te cuento algo de la vida cotidiana. Yo vivo en Mantilla. En ese barrio, el centro de la vida está organizado alrededor de una terminal de ómnibus. Hubo un momento en el que se hizo una ampliación de ese local y la acera se hundió, porque entraron unos camiones muy pesados. Ahí se acumula agua y fango. Eso ocurrió hace 40 años, pero ese hueco sigue ahí. No le importa a nadie. Eso es un ejemplo de algo que se ve todos los días. Edificios que se están cayendo, indolencia, falta de respeto? Yo tengo unos vecinos que oyen reggaetón en una bocina en la acera. El propio reggaetón es una manifestación del deterioro de un país. Pero no es la causa. Es un efecto de algo que está muy enraizado en la sociedad.