O Luc Devos tiene una memoria privilegiada o el Trío Grumiaux posee un archivo perfecto. Porque recordar que estos grandes músicos tocaron en el Rosalía hace doce años y que dieron un determinado bis, que repitieron en esta ocasión, es más que meritorio. Y, por añadidura, una valoración muy especial del público de esta ciudad. Es verdad que aquí tocan en casa porque se les acoge con particular afecto y se aprecia su enorme calidad artística. He ido a mi archivo del año 2006 y, en efecto, el 27 de abril este diario publicó una crítica mía dando cuenta del monográfico Schubert (esos dos tríos maravillosos de finales de 1827, escritos pocos meses antes de fallecer). En lo único en que la memoria fue menos precisa ha sido en la identificación del bis. Devos dijo que doce años antes se había interpretado el segundo tiempo del Trío con piano nº 2, opus 73, de Arensky, una página encantadora que tocaban de nuevo en este concierto como recuerdo de aquel otro. Pero en la crítica del año 2006 se anota el bis como "tercer tiempo (Finale) del Trío con piano nº 2, de Martinu". Los mecanismos de la memoria son insondables. Pero lo importante es que la deliciosa página de Arensky cerró con esa calidad sonora, ese refinamiento dinámico y esa elegancia expresiva que caracterizó todo el acto musical que nos ofreció el Trío Grumiaux. Dadas esas características y, además, el perfecto encaje y el impecable balance instrumental de la agrupación, no es extraño que hayamos escuchado un concierto memorable. Uno más de los que ya se nos han ofrecido a lo largo de estos años. Y todos memorables.